viernes, 2 de diciembre de 2016

II DOMINGO DE ADVIENTO - A

CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 15, 4-9
Hermanos:
Todo lo que se escribió en el pasado se escribió para enseñanza nuestra, a fin de que a través de nuestra paciencia y del consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza. Que el Dios de la paciencia y del consuelo, os conceda tener entre vosotros los mismos sentimientos según Cristo Jesús; de este modo, unánimes, a una voz glorificaréis al Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo.
Por eso, acogeos mutuamente como Cristo os acogió para gloria de Dios. Es decir, Cristo se hizo servidor de la circuncisión en atención a la fidelidad de Dios, para llevar al cumplimiento las promesas hechas a los patriarcas y, en cuanto, a los gentiles para que glorifiquen a Dios por su misericordia; como está escrito: «Por esto te alabaré entre los gentiles y cantaré para tu nombre».

COMENTARIO

Pablo, en su tarea de evangelizador entre los gentiles, se encontró con el problema de la convivencia entre los cristianos provenientes del judaísmo y los que se incorporaban a la Iglesia desde la gentilidad. La salvación se obró en Jerusalén, entonces, ¿son los paganos inferiores a los judíos? ¿Los que provienen del paganismo han de ser considerados cristianos de segunda categoría?
La exhortación de Pablo resulta lapidaria y válida para todos los tiempos: Por eso, acogeos mutuamente como Cristo os acogió para gloria de Dios. Todos somos iguales, hermanos los unos de los otros en la fe en el mismo Jesucristo.
Y de esto va precisamente el mensaje de este segundo domingo de adviento. Juan Bautista predica la conversión como mejor medio de preparar el camino al Señor, cuya venida es inminente, y qué mejor camino a preparar que el de acogernos mutuamente.
La conversión no va de corregir algunos defectos que vamos descubriendo, de ser menos pecadores que hasta el presente. La conversión es un cambio radical, emprender una nueva ruta, cambiar de vida, cambiar la mente y el corazón; se trata de acoger y dejarse acoger, perdonar y dejarse perdonar: «Aprended lo que quiere decir misericordia quiero y no sacrificios (Mt 9, 13).
Sobre la misericordia hemos tenido oportunidad de escuchar y leer en abundancia durante el Año de la Misericordia. El papa Francisco no lo ha cerrado definitivamente, ha dejado la puerta abierta a la misericordia, porque Dios Padre no puede dejar de acoger al pecador que vuelve arrepentido a él.
Los frutos que se nos piden en este tiempo son frutos de misericordia: acoger, perdonar, ser humildes para reconocer nuestros errores, pedir perdón y dejarse perdonar.

Este es el camino de la conversión que hemos de emprender para que el Señor nos encuentre preparados cuando venga esta Navidad y al final de nuestra vida aquí en la tierra.
********

No hay comentarios:

Publicar un comentario