CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS
ROMANOS 15, 4-9
Hermanos:
Todo lo que se escribió en el pasado se escribió para
enseñanza nuestra, a fin de que a través de nuestra paciencia y del consuelo
que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza. Que el Dios de la paciencia y
del consuelo, os conceda tener entre vosotros los mismos sentimientos según
Cristo Jesús; de este modo, unánimes, a una voz glorificaréis al Dios y Padre
de Nuestro Señor Jesucristo.
Por eso, acogeos mutuamente como Cristo os acogió para
gloria de Dios. Es decir, Cristo se hizo servidor de la circuncisión en
atención a la fidelidad de Dios, para llevar al cumplimiento las promesas
hechas a los patriarcas y, en cuanto, a los gentiles para que glorifiquen a
Dios por su misericordia; como está escrito: «Por esto te alabaré entre los
gentiles y cantaré para tu nombre».
COMENTARIO
Pablo, en su tarea de
evangelizador entre los gentiles, se encontró con el problema de la convivencia
entre los cristianos provenientes del judaísmo y los que se incorporaban a la Iglesia desde la
gentilidad. La salvación se obró en Jerusalén, entonces, ¿son los paganos
inferiores a los judíos? ¿Los que provienen del paganismo han de ser
considerados cristianos de segunda categoría?
La exhortación de Pablo resulta
lapidaria y válida para todos los tiempos: Por eso, acogeos
mutuamente como Cristo os acogió para gloria de Dios. Todos somos iguales, hermanos los unos de los otros en la
fe en el mismo Jesucristo.
Y de
esto va precisamente el mensaje de este segundo domingo de adviento. Juan
Bautista predica la conversión como mejor medio de preparar el camino al Señor,
cuya venida es inminente, y qué mejor camino a preparar que el de acogernos
mutuamente.
La
conversión no va de corregir algunos defectos que vamos descubriendo, de ser
menos pecadores que hasta el presente. La conversión es un cambio radical,
emprender una nueva ruta, cambiar de vida, cambiar la mente y el corazón; se
trata de acoger y dejarse acoger, perdonar y dejarse perdonar: «Aprended lo que
quiere decir misericordia quiero y no
sacrificios (Mt 9, 13).
Sobre
la misericordia hemos tenido oportunidad de escuchar y leer en abundancia
durante el Año de la Misericordia. El
papa Francisco no lo ha cerrado definitivamente, ha dejado la puerta abierta a
la misericordia, porque Dios Padre no puede dejar de acoger al pecador que
vuelve arrepentido a él.
Los
frutos que se nos piden en este tiempo son frutos de misericordia: acoger,
perdonar, ser humildes para reconocer nuestros errores, pedir perdón y dejarse
perdonar.
Este es
el camino de la conversión que hemos de emprender para que el Señor nos
encuentre preparados cuando venga esta Navidad y al final de nuestra vida aquí
en la tierra.
********
No hay comentarios:
Publicar un comentario