PROFECÍA DE MALAQUÍAS 3, 19-20a
Mirad que llega el día, ardiente como un horno, en el que
todos los orgullosos y malhechores serán como paja; los consumirá el día que
está llegando, dice el Señor del universo, y no les dejará ni copa ni raíz.
Pero a vosotros, los que teméis mi nombre, os iluminará un sol de justicia y
hallaréis salud a su sombra.
COMENTARIO
Se acerca el final del año y es más próximo el final del
año litúrgico que finaliza con la fiesta de Cristo Rey. Es por esto por lo que la Iglesia nos invita hoy a
reflexionar en aquellos textos de la Escritura que nos hablan del final.
Sin embargo, los creyentes hemos de leer estos textos del
Antiguo Testamento a la luz del mensaje de Jesús en el evangelio y cartas de
los apóstoles. Situados en esta perspectiva, nuestra reflexión puede llevarnos
al mensaje que nos quiere dejar la profecía de Malaquías.
Malaquías nos recuerda que este mundo tiene su fin, que el
ser humano también tiene marcado un tiempo de peregrinaje aquí en la tierra.
Nuestra propia experiencia de vida nos muestra que nuestra existencia se acaba.
Nuestro poeta, Jorge Manrique, nos lo recuerda en las coplas a la muerte de su
padre: Nuestras vidas son los ríos // que
van a dar a la mar, // que es el morir. Este mundo bueno fue // si bien
usáramos de él // como debemos, // porque, según nuestra fe, // es para ganar
aquel // que atendemos…
Los creyentes vemos nuestro final aquí en la tierra con
esperanza, la esperanza de que para nosotros brillará un sol de justicia y hallaremos salud (la vida soñada) a su
sombra. Los cristianos apreciamos con alegría los avances de la humanidad,
los logros y transformaciones con los que conseguimos una vida mejor, de más
calidad; sin embargo, proclamamos que la esperanza cristiana se orienta hacia
un mundo transcendente y definitivamente feliz.
Las imágenes del fuego que destruye y la luz que da vida,
empleadas por el Malaquías, pretenden hacer entender al pueblo sencillo y rudo
cómo ha de ser nuestra transformación, obrada ya no por un fuego sino por el
poder de Dios Padre.
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