jueves, 26 de enero de 2017

IV DOMINGO ORDINARIO - A

1ª CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 1, 26-31
Queridos hermanos:
Fijaos en vuestra asamblea, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; sino que, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso.
Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. A él se debe que vosotros estéis en Cristo Jesús, el cual se ha hecho para nosotros sabiduría, de parte de Dios, justicia, santificación y redención. Y así -como está escrito-: «el que se gloríe, que se gloríe en el Señor».

COMENTARIO

Dios lleva a cabo su proyecto de salvación de la humanidad desde la indigencia, desde la pobreza, desde la ignorancia, desde la incapacidad humana más extrema. Esta es la idea que desea transmitir Pablo a la comunidad de Corinto.
Aquí nos ofrece una descripción de la situación social y humana de aquel grupo de creyentes que forman la pequeña comunidad de Corinto. En esta comunidad no parece haber grandes intelectuales, filósofos, matemáticos; ni hay grandes estrategas, ni siquiera pueden presumir de grandes sabios ni dirigentes religiosos.
Pues bien, Pablo intenta convencerles que es desde aquí desde donde puede palparse con mayor claridad que la obra salvadora de Cristo se realiza desde la cruz, es decir, desde la imposibilidad de intervenir humanamente, pues quien está clavado en la cruz está incapacitado para actuar. La salvación nos viene de Dios, es obra del Padre, que quiere que todos sus hijos estén siempre a su lado.

Así pues, no hay motivo para presumir de las palabras ni de las obras de los guías de la comunidad creyente, como si ellos fueran los actores de nuestra santificación; porque la salvación nos viene del Señor: su cruz se ha convertido en signo de sabiduría y de santificación. Desde la cruz, desde la incapacidad de actuar, comprendemos que todo es obra de Dios, que es quien realmente nos hace santos.
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