LIBRO
DEL ECLESIÁSTICO 15, 16-21
Si
quieres, guardarás los mandamientos y permanecerás fiel a su voluntad. Él te ha
puesto delante fuego y agua, extiende tu mano a lo que quieras. Ante los
hombres está la vida y la muerte, y a cada uno se le dará lo que prefiera.
Porque grande es la sabiduría del Señor, fuerte es su poder y lo ve todo. Sus
ojos miran a los que le temen, y conoce todas las obras del hombre. A nadie
obligó a ser impío, y a nadie dio permiso para pecar.
COMENTARIO
El
autor sagrado quiere dejar claro que el mal no reside en Dios: Este no da
permiso al hombre para que peque ni obliga a nadie a ser impío. Entonces, ¿de
dónde procede el mal? ¿Por qué peca el hombre?
La
respuesta la encuentra en la libertad que Dios ha dado al hombre: ante él ha
puesto vida y muerte y el hombre puede optar por escoger lo que quiera: el bien
o el mal. Si quieres, guardarás los
mandamientos -asegura el autor
sagrado.
Los
mandamientos no son una carga pesada que haya que cumplir necesariamente, parece
decirnos el autor; sin embargo, es de prudentes guardarlos por el beneficio que
nos reportan.
Por otra parte, los mandatos de
Dios están a la altura de nuestra capacidad de fidelidad: son racionales y
justos; buscan nuestra perfección. La sabiduría de Dios los ha elaborado.
Ahora podemos entender mejor por
qué Jesús dijo que él no había venido a abolir la Ley , si no a darle plenitud.
Jesús quiere que los mandamientos de la
Ley no nos resulten un yugo insoportable (esto es lo que
habían logrado los malos pastores del pueblo) y propone una ley superior, la
del amor. Quien ama de verdad no necesita de leyes que le obliguen a amar.
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