jueves, 9 de febrero de 2017

VI DOMINGO ORDINARIO - A

LIBRO DEL ECLESIÁSTICO 15, 16-21
Si quieres, guardarás los mandamientos y permanecerás fiel a su voluntad. Él te ha puesto delante fuego y agua, extiende tu mano a lo que quieras. Ante los hombres está la vida y la muerte, y a cada uno se le dará lo que prefiera. Porque grande es la sabiduría del Señor, fuerte es su poder y lo ve todo. Sus ojos miran a los que le temen, y conoce todas las obras del hombre. A nadie obligó a ser impío, y a nadie dio permiso para pecar.

COMENTARIO

El autor sagrado quiere dejar claro que el mal no reside en Dios: Este no da permiso al hombre para que peque ni obliga a nadie a ser impío. Entonces, ¿de dónde procede el mal? ¿Por qué peca el hombre?
La respuesta la encuentra en la libertad que Dios ha dado al hombre: ante él ha puesto vida y muerte y el hombre puede optar por escoger lo que quiera: el bien o el mal. Si quieres, guardarás los mandamientos  -asegura el autor sagrado.
Los mandamientos no son una carga pesada que haya que cumplir necesariamente, parece decirnos el autor; sin embargo, es de prudentes guardarlos por el beneficio que nos reportan.
Por otra parte, los mandatos de Dios están a la altura de nuestra capacidad de fidelidad: son racionales y justos; buscan nuestra perfección. La sabiduría de Dios los ha elaborado.

Ahora podemos entender mejor por qué Jesús dijo que él no había venido a abolir la Ley, si no a darle plenitud. Jesús quiere que los mandamientos de la Ley no nos resulten un yugo insoportable (esto es lo que habían logrado los malos pastores del pueblo) y propone una ley superior, la del amor. Quien ama de verdad no necesita de leyes que le obliguen a amar.
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