LIBRO DE ISAÍAS 49, 14-15
Sión
decía:
«Me
ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado».
¿Puede
una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus
entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré.
COMENTARIO
Hoy
nos podemos preguntar a nosotros mismos: ¿Qué imagen de Dios tenemos? ¿Quién y
qué es Dios para nosotros?
Isaías
sale al paso de un pueblo desorientado, desilusionado, desesperanzado y tal vez
desesperado. Muchos de los salmos que hoy recitamos también nosotros nos
transmiten momentos de dolor, de desesperación y desesperanza. ¿Se habrá
olvidado Dios de nosotros? ¿No será que nosotros nos hemos olvidado de Dios?
¿Hemos olvidado la imagen de Dios que contemplábamos en nuestras madres cuando
niños, cuando dependíamos totalmente de sus cuidados maternales?
Isaías
presenta a la madre como la imagen que podemos encontrar más cercana a Dios. Es
más el profeta afirma que Dios es más que una madre, porque aunque una madre se
olvidara del hijo de sus entrañas, Dios nunca se olvidará de sus criaturas.
¿Qué
más y qué mejor se puede decir de Dios?
Sin
embargo, nos sucede con cierta frecuencia que elaboramos en nuestra mente una
imagen de Dios que no se corresponde con el verdadero rostro de Dios. Hoy
ponemos nuestra esperanza en el dios dinero, en el propio bienestar, la
comodidad personal, el goce individual. En nuestro mundo occidental hemos
creído encontrar el dios que nos proporcionará una vida feliz. Los refugiados,
los pobres, los hambrientos, los enfermos, los ancianos, mendigando unas
migajas de nuestro paraíso particular amurallado, nos molestan y estorban.
Hemos
olvidado al Dios del profeta Isaías, una madre llena de entrañas de
misericordia; y no creemos en el Dios del evangelio, el Dios de Jesús, que se
cuida cada día de las florecillas del campo y proporciona el alimento a las
aves del cielo.
Jesús, el Señor, y el profeta Isaías nos invitan a retornar a la fe en
el Dios de entrañas de misericordia y preocupado del bienestar de sus
criaturas.
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