PROFECÍA DE EZEQUIEL 37,12-14:
Así dice el Señor: «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir
de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando
abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis
que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra
tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago» -Oráculo del Señor.
COMENTARIO
La vida del hombre no se acaba, Dios la transforma en vida eterna.
Hoy
de nuevo suenan con fuerza en nuestros oídos las palabras del profeta Ezequiel:
«Yo mismo abriré vuestros sepulcros». Es el mismo Dios quien infunde aliento a
nuestra fe y estimula nuestra esperanza. El profeta se dirige a un pueblo
desalentado, muerto, sin esperanza, que se siente olvidado de Dios, por su
pecado. En el destierro de Babilonia no ve signos de un nuevo éxodo hacia la
patria desolada. El profeta describe al pueblo como un montón de huesos
esparcidos por todo el valle. Es Dios mismo quien se hace presente en esta
visión desoladora del profeta y le hace contemplar la transformación de
aquellos huesos, que se revisten de músculos y piel, y el Espíritu de Dios les
devuelve la vida.
El
tema de la muerte siempre ha estado presente en todas las situaciones, culturas
y religiones del mundo. La muerte siempre ha inquietado al hombre y sigue
siendo misterio preocupante, incluso en nuestros tiempos. De las palabras del
profeta Ezequiel deducimos que la vida está en el Espíritu, es decir, en Dios.
Nuestro pecado consiste en no fiarnos de Dios. Sin embargo, de vez en cuando Dios sale a nuestro paso y, ante nuestras dudas, nos devuelve la esperanza. Hay que soñar, buscar con fe, como Ezequiel y nuestra fe vacilante se afianzará. Dios Padre volverá a infundir en nosotros su soplo (Espíritu) de vida eterna.
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