HECHOS DE LOS APÓSTOLES 2, 42-47
Los hermanos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles,
en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones.
Todo el mundo estaba impresionado y los apóstoles hacían
muchos prodigios y signos. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo
en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la
necesidad de cada uno.
Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo
espíritu, partían el pan en las casas, y tomaban el alimento con alegría y
sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo, y
día tras día el Señor iba agregando a los que se iban salvando.
COMENTARIO
En
los diversos relatos del libro de los Hechos de los Apóstoles que escuchamos en
estos domingos de pascua, san Lucas nos describe la vida de la primitiva
comunidad cristiana.
Hoy
nos presenta una síntesis perfecta de lo que debe ser la vida de la comunidad creyente.
Nos surge inmediatamente la pregunta de si realmente aquellos primeros
cristianos vivían así, tal y como nos lo cuenta san Lucas. Hemos de pensar que
efectivamente así era; ¿por qué razón se iba a inventar esta descripción, tan
lograda que nos da la sensación de ser un ideal utópico de vida, pero que tal
vez nunca existió? Sin embargo, no es menos cierto que también había sus
problemas y que no siempre ni en todas las comunidades de cristianos se
conseguía tal armonía; de hecho el mismo Lucas intercala episodios de
desavenencias, de murmuraciones, de quejas, por otra parte normales en
cualquier familia o grupo humano.
Pues
bien, este texto de los Hechos de los Apóstoles nos presenta los cuatro pilares
sobre los que se debe levantar toda comunidad cristiana. La perseverancia es el
firme en el que se apoyan los cuatro pilares, sobre los que se construye el
edificio de la Iglesia: la enseñanza de los apóstoles (evangelio y cartas apostólicas),
la comunión (vivir unidos en la diversidad de razas, lengua, culturas,
ideología…), la fracción del pan (la eucaristía que nos urge a compartir) y la
oración.
¿Existe
hoy alguna comunidad cristiana que viva conforme a esta descripción de san Lucas?
¿Vive así la Iglesia? Hay que responder afirmativamente a las dos preguntas. Sin
embargo, como en tiempos de Lucas, existen también dificultades, que
ensombrecen la vida de la Iglesia y la vida de las pequeñas comunidades
cristianas.
La actitud del creyente, nuestra actitud, debe
ser la de valorar en su justa medida los problemas que surgen cada día y, sobre
todo, contemplar con amplitud de miras (con fe y esperanza) la santidad de la
Iglesia y de cada comunidad.
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