jueves, 27 de abril de 2017

III DOMINGO DE PASCUA - A

HECHOS DE LOS APÓSTOLES 2, 14. 22-33

El día de Pentecostés, Pedro, poniéndose en pie junto a los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró:
«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras:
A Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis, a este, entregado conforme el plan que Dios tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él:
"Veía siempre al Señor delante de mí, pues está a mi derecha para que no vacile. Por eso se me alegró el corazón, exultó mi lengua, y hasta mi carne descansará esperanzada. Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos, ni dejarás que tu Santo experimente corrupción. Me has enseñado senderos de vida, me saciarás de gozo con tu rostro".
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: El patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios “le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo”, previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que “no lo abandonará en el lugar de los muertos” y que “su carne no experimentará corrupción". A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».

COMENTARIO

Estamos ante el discurso de Pedro al pueblo. Está perfectamente elaborado según el esquema profético clásico, porque el tema de la resurrección es una profecía. En primer lugar, se invita a la asamblea a ponerse en actitud de escucha: «Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras». Sigue la proclamación del tema fundamental: la resurrección de Jesús. Finalmente, se argumenta el hecho en los profetas, comenzando por el principal de ellos: David, profeta y rey.
Pedro presenta a Jesús como el Mesías esperado, en el que se han cumplido todas las expectativas de Israel. Él y el resto de los apóstoles están llamados a ser testigos de este hecho prodigiosos en beneficio no solo del pueblo de Israel sino también del resto de la humanidad.
Así pues, la resurrección está abierta a todo el que crea que Jesús es el Mesías, a quien Dios ha resucitado de entre los muertos y ha sido glorificado a la derecha del Padre.
Queda que todos los que pongan su fe y esperanza en Cristo resucitado vivan ahora conforme a lo que esto exige: «Tomad en serio vuestro proceder» -dice san Pedro en el pasaje de su primera carta que se lee en este domingo.
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