COLOSENSES 3,
1-4
Hermanos:
Si habéis resucitado con
Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la
derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque
habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando
aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos,
juntamente con él.
COMENTARIO
Sin duda que san Pablo, cuando se dirige a los colosenses, ha observado con qué empeño se afanan para
procurarse el sustento de cada día. En la sociedad moderna y en nuestro mundo
occidental, tal vez esta preocupación no sea tan acuciante como en los tiempos
de san Pablo; hoy tal vez nos preocupe más la diversión, disfrutar unas
vacaciones, la compañía de los amigos… No obstante, son muchos los que aún
viven el día a día, buscando un trabajo, alimento, vestido o sencillamente una
vida humana un poco digna.
Pues bien, san Pablo hoy
también nos dirige la palabra a nosotros. Así como dedicamos todas nuestras
energías a alcanzar lo que necesitamos o más nos agrada en esta tierra, del
mismo modo, hemos de dedicar nuestra inteligencia y voluntad a conseguir lo que
más importa: los bienes del cielo. Quienes hemos muerto y resucitado a una
nueva vida con Cristo por el bautismo hemos de poner nuestro empeño en vivir
acordes con esa nueva vida.
Los creyentes estamos
llamados a vivir orientados hacia la vida gloriosa que nos espera. Para ello
hemos de procurarnos con empeño el alimento que sacie nuestra hambre y sed de esa
vida eterna prometida.
Hasta aquí es fácil de
comprender a san Pablo. Sin embargo, como a los colosenses, también a nosotros
nos ocurre que no sentimos esa hambre ni esa sed de vida eterna. La vida
gloriosa que nos aguarda, según Pablo, nos la imaginamos lejana, tal vez ni
siquiera soñamos con ella o la vemos alcanzable.
En estos cincuenta días de
pascua hemos de pedir al Resucitado que avive la débil llama de nuestra fe.
Estemos seguros que si acudimos a él como Marta, la hermana de María y Lázaro,
él nos va a responder: No te he dicho que
si crees verás la gloria de Dios (Jn 11, 40). El mismo Jesús Resucitado nos
dará ánimos para responderle como Marta: Sí,
Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo (Jn 11, 27).
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