sábado, 15 de abril de 2017

PASCUA DE RESURRECCIÓN - A

COLOSENSES 3, 1-4
Hermanos:
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.

COMENTARIO

Sin duda que san Pablo, cuando se dirige a los colosenses, ha observado con qué empeño se afanan para procurarse el sustento de cada día. En la sociedad moderna y en nuestro mundo occidental, tal vez esta preocupación no sea tan acuciante como en los tiempos de san Pablo; hoy tal vez nos preocupe más la diversión, disfrutar unas vacaciones, la compañía de los amigos… No obstante, son muchos los que aún viven el día a día, buscando un trabajo, alimento, vestido o sencillamente una vida humana un poco digna.
Pues bien, san Pablo hoy también nos dirige la palabra a nosotros. Así como dedicamos todas nuestras energías a alcanzar lo que necesitamos o más nos agrada en esta tierra, del mismo modo, hemos de dedicar nuestra inteligencia y voluntad a conseguir lo que más importa: los bienes del cielo. Quienes hemos muerto y resucitado a una nueva vida con Cristo por el bautismo hemos de poner nuestro empeño en vivir acordes con esa nueva vida.
Los creyentes estamos llamados a vivir orientados hacia la vida gloriosa que nos espera. Para ello hemos de procurarnos con empeño el alimento que sacie nuestra hambre y sed de esa vida eterna prometida.
Hasta aquí es fácil de comprender a san Pablo. Sin embargo, como a los colosenses, también a nosotros nos ocurre que no sentimos esa hambre ni esa sed de vida eterna. La vida gloriosa que nos aguarda, según Pablo, nos la imaginamos lejana, tal vez ni siquiera soñamos con ella o la vemos alcanzable.

En estos cincuenta días de pascua hemos de pedir al Resucitado que avive la débil llama de nuestra fe. Estemos seguros que si acudimos a él como Marta, la hermana de María y Lázaro, él nos va a responder: No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios (Jn 11, 40). El mismo Jesús Resucitado nos dará ánimos para responderle como Marta: Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo (Jn 11, 27).
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