DEUTERONOMIO 8, 2-3. 14b-16a
Moisés habló al pueblo,
diciendo:
«Recuerda todo el camino
que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el
desierto; para afligirte, para probarte y conocer lo que hay en tu corazón: si
guardas sus preceptos o no.
Él te afligió, haciéndote
pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni
conocieron tus padres, para hacerte reconocer que no solo de pan vive el
hombre, sino que vive de todo cuanto sale de la boca de Dios.
No olvides al Señor, tu
Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud, que te hizo
recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con serpientes abrasadoras y
alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca
de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus
padres».
COMENTARIO
La experiencia de 40 años
caminando por el desierto en busca de una tierra prometida fue una historia que
marcó al pueblo de Israel. En el libro del Deuteronomio quedó reflejada esta
experiencia: la dureza, el sufrimiento de todo un pueblo, la enfermedad, el
sentimiento de abandono, la propia impotencia para seguir adelante hasta una
tierra prometida que parecía inalcanzable; la desesperación, los momentos de
desconfianza en Yahvé.
Esta dolorosa historia
quedó grabada en el libro del Deuteronomio para el recuerdo perpetuo de todo
israelita. En el texto sagrado se aprecia con claridad que aquel pueblo vivió
una dura prueba; pero sintió que, a pesar de su pecado de desconfianza, Dios
nunca lo abandonó. En sus plegarias reconocen que fue Yahvé quien los alimentó
con el maná y los condujo por caminos sin tropiezos hasta el lugar que les
había reservado.
Aquel pueblo, terco de
cerviz y duro de corazón, fue sometido a prueba. Fue infiel con su Dios; sin
embargo, Dios no lo abandonó a su suerte. Yahvé quería probar su corazón, y
será el mismo Dios quien terminará por transformar el corazón de piedra de su
pueblo en un corazón sensible de carne (Ez. 36).
Además, Yahvé no solo les
alimenta su cuerpo con maná sino que también les deja su palabra para robustecer su espíritu.
Los profetas recordarán con
frecuencia al pueblo que no solo han de vivir de pan, sino también de la
palabra de Yahvé escrita en los libros sagrados. El mismo Jesús recuerda al
tentador este texto del Deuteronomio: No
solo de pan vive el hombre, sino que vive de todo cuanto sale de la boca de
Dios.
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COMENTARIO DE LAS TRES LECTURAS
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