jueves, 15 de junio de 2017

CORPUS CHRISTI - A

DEUTERONOMIO 8, 2-3. 14b-16a
Moisés habló al pueblo, diciendo:
«Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto; para afligirte, para probarte y conocer lo que hay en tu corazón: si guardas sus preceptos o no.
Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para hacerte reconocer que no solo de pan vive el hombre, sino que vive de todo cuanto sale de la boca de Dios.
No olvides al Señor, tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con serpientes abrasadoras y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres».

COMENTARIO

La experiencia de 40 años caminando por el desierto en busca de una tierra prometida fue una historia que marcó al pueblo de Israel. En el libro del Deuteronomio quedó reflejada esta experiencia: la dureza, el sufrimiento de todo un pueblo, la enfermedad, el sentimiento de abandono, la propia impotencia para seguir adelante hasta una tierra prometida que parecía inalcanzable; la desesperación, los momentos de desconfianza en Yahvé.
Esta dolorosa historia quedó grabada en el libro del Deuteronomio para el recuerdo perpetuo de todo israelita. En el texto sagrado se aprecia con claridad que aquel pueblo vivió una dura prueba; pero sintió que, a pesar de su pecado de desconfianza, Dios nunca lo abandonó. En sus plegarias reconocen que fue Yahvé quien los alimentó con el maná y los condujo por caminos sin tropiezos hasta el lugar que les había reservado.
Aquel pueblo, terco de cerviz y duro de corazón, fue sometido a prueba. Fue infiel con su Dios; sin embargo, Dios no lo abandonó a su suerte. Yahvé quería probar su corazón, y será el mismo Dios quien terminará por transformar el corazón de piedra de su pueblo en un corazón sensible de carne (Ez. 36).
Además, Yahvé no solo les alimenta su cuerpo con maná sino que también les  deja su palabra para robustecer su espíritu.
Los profetas recordarán con frecuencia al pueblo que no solo han de vivir de pan, sino también de la palabra de Yahvé escrita en los libros sagrados. El mismo Jesús recuerda al tentador este texto del Deuteronomio: No solo de pan vive el hombre, sino que vive de todo cuanto sale de la boca de Dios.
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COMENTARIO DE LAS TRES LECTURAS

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