jueves, 13 de julio de 2017

XV DOMINGO ORDINARIO

ISAÍAS 55, 10-11
Esto dice el Señor:
«Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mí boca: no volverá a mi vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo».

COMENTARIO

Estas palabras del segundo Isaías están dirigidas a un pueblo que vive en la esclavitud. Son momentos de desesperanza y desesperación. Nadie ve un futuro liberador a corto ni a largo plazo. Es aquí donde resuenan con fuerza las palabras del profeta Isaías que trata de avivar el ánimo de un pueblo hundido psicológicamente. Nadie sabe hasta cuándo, ni siquiera se atreven a aventurar un nuevo éxodo.
En este momento de desolación, las palabras del profeta son agua fresca que alivia la sed de liberación del pueblo, son brisa suave de mañana que alivia el calor sofocante de la noche del alma: « Mi palabra, que sale de mí boca: no volverá a mi vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo » -dice Yahvé.

Yahvé ha pronunciado una palabra de liberación. Y es que el Dios de Israel, nuestro Dios es un Dios compasivo, que con facilidad se compadece de nuestras dolencias. Bástenos contemplar la actitud de Jesús, su hijo, para entender la actitud de nuestro Dios. Jesús se conmueve ante la viuda de Naín tras el féretro de su hijo y se lo devuelve a la vida. Jesús se conmueve ante las lágrimas de Marta y María y resucita a Lázaro. Jesús se para en el camino de Jericó y devuelve la vista al ciego. Jesús cura al paralítico que no puede caminar. Jesús sana a los diez leprosos… « El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia » –reza el salmo 102.

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