LIBRO DE ISAÍAS 22, 19-23
Así
dice el Señor a Sobná, mayordomo de palacio:
«Te
echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo.
Aquel
día, llamaré a mi siervo, a Eliacín, hijo de Elquías: le vestiré tu túnica, le
ceñiré tu banda, le daré tus poderes; será padre para los habitantes de
Jerusalén y para el pueblo de Judá.
Pongo
sobre sus hombros la llave del palacio de David: abrirá y nadie cerrará,
cerrará y nadie la abrirá.
Lo
clavaré como una estaca en un lugar seguro, será un trono de gloria para la
estirpe de su padre».
COMENTARIO
El
profeta Isaías, por orden de Yahvé, se enfrenta al mayordomo de palacio. La ira
de Yahvé se ha colmado. La gota de agua que hace rebosar el vaso ha encendido
la ira de Yahvé. Por esto, el funcionario va
ser desechado por Yahvé, por no ser responsable de la tarea encomendada
por Dios.
¿Qué
ha sucedido para que Dios lo rechace? En la respuesta a esta pregunta podremos
encontrar también nosotros una enseñanza para nuestra vida, antes de colmar la
paciencia de nuestro Dios.
Preguntémonos
si somos responsables, si somos fieles a lo que Dios espera de nosotros. El
Señor espera de nosotros frutos de humildad y lealtad; espera de nosotros
compasión para con nuestros semejantes; espera de nosotros amor fraterno;
espera de nosotros acogida, comprensión, actitud de servicio y entrega al
necesitado.
La
filiación que Dios Padre nos otorga generosamente no es para sentirnos dueños y
señores de la vida de nuestros semejantes, es, por el contrario, para ponernos
al servicio los unos de los otros. No podemos pretender ser felices en
solitario; la felicidad solo se encuentra si es compartida. El no proceder de
este modo es la gota que puede hacer rebosar el vaso de la ira de Dios Padre.
Las
palabras de Isaías son una invitación a la reflexión y a la conversión.
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