jueves, 24 de agosto de 2017

XXI DOMINGO ORDINARIO - A

LIBRO DE ISAÍAS 22, 19-23
Así dice el Señor a Sobná, mayordomo de palacio:
«Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo.
Aquel día, llamaré a mi siervo, a Eliacín, hijo de Elquías: le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes; será padre para los habitantes de Jerusalén y para el pueblo de Judá.
Pongo sobre sus hombros la llave del palacio de David: abrirá y nadie cerrará, cerrará y nadie la abrirá.
Lo clavaré como una estaca en un lugar seguro, será un trono de gloria para la estirpe de su padre».

COMENTARIO

El profeta Isaías, por orden de Yahvé, se enfrenta al mayordomo de palacio. La ira de Yahvé se ha colmado. La gota de agua que hace rebosar el vaso ha encendido la ira de Yahvé. Por esto, el funcionario va  ser desechado por Yahvé, por no ser responsable de la tarea encomendada por Dios.
¿Qué ha sucedido para que Dios lo rechace? En la respuesta a esta pregunta podremos encontrar también nosotros una enseñanza para nuestra vida, antes de colmar la paciencia de nuestro Dios.
Preguntémonos si somos responsables, si somos fieles a lo que Dios espera de nosotros. El Señor espera de nosotros frutos de humildad y lealtad; espera de nosotros compasión para con nuestros semejantes; espera de nosotros amor fraterno; espera de nosotros acogida, comprensión, actitud de servicio y entrega al necesitado.
La filiación que Dios Padre nos otorga generosamente no es para sentirnos dueños y señores de la vida de nuestros semejantes, es, por el contrario, para ponernos al servicio los unos de los otros. No podemos pretender ser felices en solitario; la felicidad solo se encuentra si es compartida. El no proceder de este modo es la gota que puede hacer rebosar el vaso de la ira de Dios Padre.
Las palabras de Isaías son una invitación a la reflexión y a la conversión.
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