jueves, 28 de septiembre de 2017

XXVI DOMINGO ORDINARIO - A

EZEQUIEL 18,25-28
Así dice el Señor: «Comentáis:
"No es justo el proceder del Señor". Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió.
Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá».

COMENTARIO

Este pasaje del Profeta Ezequiel se sitúa en un momento de la historia de Israel hacia el año 587 a.C. Es el periodo posterior al exilio de Babilonia.
El pueblo se queja ante Dios y el profeta les responde en su nombre.
¿Qué culpa tenemos nosotros de que todo esté en ruinas? ¿Podrá recuperar su antiguo esplendor el pueblo? El Templo en ruinas, los campos asolados, las ciudades destruidas. Nuestros padres fueron responsables de que esto sucediera, sin embargo nosotros sufrimos ahora las consecuencias.
Yahvé envía a su profeta Ezequiel al pueblo con el fin de que este recupere la esperanza. El profeta propone un nuevo comportamiento moral. Es cierto que la suerte del pueblo depende del comportamiento colectivo, pero, a partir de ahora, el que peque será responsable de su pecado ante Dios.

Predomina, en el mensaje de Ezequiel, una llamada a la esperanza. Al mismo tiempo, invita a la perseverancia en el bien, a no cansarse de ser bueno. Finalmente, termina el texto alabando la misericordia incansable de Dios, quien espera al pecador hasta el último instante de su vida: Si el pecador se convierte de sus delitos, ciertamente salvará su vida.
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