jueves, 16 de noviembre de 2017

XXXIII DOMINGO ORDINARIO - A

PROVERBIOS 31, 10-13. 19-20. 30-31
Una mujer fuerte, ¿quién la  hallará? Supera en valor a las perlas.
Su marido se fía de ella, y  no le faltan riquezas.
Le trae ganancias, no  pérdidas todos los días de su vida. 
Busca la lana y el lino y  los trabaja con la destreza de sus manos.
Aplica sus manos al huso,  con sus dedos sostiene la rueca.
Abre sus manos al necesitado  y tiende sus brazos al pobre. 
Engañosa es la gracia, fugaz  la hermosura; la que teme al Señor merece alabanza.
Cantadle por el éxito de su  trabajo, que sus obras la alaben en público.

COMENTARIO

A pesar de la acentuada visión patriarcal del mundo oriental, en el que está inmerso también el pueblo judío, sin embargo, el lugar que ocupa la mujer en la Biblia es preeminente. La mujer es vista como la sabiduría de Yahvé; ella debe iniciar en el conocimiento de la vida, en la educación humana y religiosa a los hijos. La mujer también ocupa un lugar destacado en momentos decisivos de la historia de Israel: Judith, Ester, Débora, María (la madre de Jesús) entre otras, evocan momentos claves de la historia salvífica del pueblo judío. En esos momentos la mujer es quien salva al pueblo de un fracaso inevitable e inminente.
El canto que el libro de los proverbios le dedica a la mujer es un elogio de lo que representa para la sociedad israelí y expresa la gran responsabilidad que se le otorga en la buena marcha del hogar y la casa.
No obstante, el autor del libro sagrado quiere dejar bien claro que por encima de todo lo accesorio (belleza, destreza, laboriosidad, inteligencia, generosidad) está el temor del Señor: «La que teme al Señor merece alabanza».
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