jueves, 14 de febrero de 2019

VI DOMINGO ORDINARIO - C

CORINTIOS 15, 12. 16-20
Hermanos:
Si se anuncia que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de entre vosotros que no hay resurrección de muertos?
Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís estando en vuestros pecados; de modo que incluso los que murieron en Cristo han perecido.
Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad.
Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.

COMENTARIO

Hay un refrán muy popular que nos puede ayudar a comprender el pasaje que escuchamos en este día de la carta de san Pablo a los cristianos de la ciudad de Corinto. Dice así nuestro viejo y sabio refranero castellano: «Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija».
Entre los cristianos corintios hay quienes niegan la resurrección de los muertos y, por tanto, lógicamente también la resurrección del propio Jesús; no la ven necesaria ni fácilmente creíble. San Pablo les interpela: ¿qué sentido tiene entonces ser cristiano, si Jesús ha venido precisamente para que todos resucitemos y en él hemos puesto nuestra esperanza, no solo mientras estamos en este mundo sino también para más allá de esta vida mortal? San Pablo les argumenta: si no hay resurrección de los muertos aún vivís en vuestros pecados y sois los más desgraciados de todos los hombres porque habéis puesto vuestra esperanza en alguien que no os garantiza vuestro futuro más allá de la muerte.
¿Qué les ha ocurrido a los cristianos de Corinto? Aprovechando la enseñanza del sabio refrán, podemos asegurar que los corintios se han arrimado a un árbol seco que no aporta sombra alguna; han abandonado el cobijo que les proporcionaba Jesús.
A los cristianos que hoy dudan, san Pablo les anima a despertarse de ese mal sueño y sacudirse de esa especie de modorra que les abruma, porque «Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto».
Ciertamente Cristo, resucitado de entre los muertos, es nuestra esperanza y nuestra fuerza para seguir siendo sus discípulos.
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