sábado, 20 de abril de 2019

PASCUA DE RESURRECCIÓN-C

SAN JUAN 20, 1-9
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue a donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien quería Jesús, y le dijo:
—Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

COMENTARIO:

Hoy celebramos con gozo la Resurrección del Señor. Se trata del acontecimiento más importante del año litúrgico del pueblo cristiano. Es la fiesta cuya llegada hemos esperado durante todo un año. Hoy es el día, hoy es la fiesta por excelencia del pueblo creyente, hoy es nuestra fiesta. ¡El Señor ha resucitado! ¡Aleluya!
La Iglesia, con buen criterio, ha querido poner esta fiesta al inicio de cada primavera. Este contexto de la naturaleza que brota y se reviste de color y luz ayuda a comprender y vivir este misterio de la Resurrección.
Hoy es nuestra fiesta, recordémoslo una vez más. Hoy se juega nuestro presente y nuestro futuro. Reafirmemos nuestra fe tal vez adormecida por tantas penas, fracasos, desilusiones y pecados. Afirmar que Cristo el Señor ha resucitado es afirmar que también todos nosotros resucitaremos. Nos recuerda san Pablo que los que hemos muerto al pecado estamos llamados hoy a una nueva vida; si morimos con Cristo también viviremos con él.
¡Que el nacimiento de una nueva primavera nos recuerde y anime a renacer nuestra fe un año más! Recorramos de nuevo el camino de la fe desde el día de nuestro bautismo. Sin duda que rejuvenecerá nuestra propia fe.
San Juan hoy nos narra su camino particular de fe; cómo a partir del día de la resurrección comenzó a entender todo lo que había vivido con Jesús; comprendió mejor las Escrituras Sagradas y todo lo que se decía en ellas acerca de Jesús.
¿Qué nos puede estar insinuando el evangelista san Juan con este relato, del que es protagonista él mismo?
Aquí no nos cuenta ninguna aparición del Señor Resucitado, pero sí que asistimos a la primera confesión de fe de Juan. Nada se dice de Pedro ni de María. San Juan parece querer mostrarnos el camino de su fe en el Resucitado. La fe es un don personal que el Señor nos da a cada uno y es cada uno personalmente quien debe dar una respuesta de fe a ese don que el Señor nos otorga con generosidad. El aceptarlo o rechazarlo depende de cada cual. San Juan lo acepta y así nos lo manifiesta con rotundidad. Si leemos el resto de relatos de apariciones, podremos seguir sumando al nombre de Juan el de Pedro, María…
Podemos fácilmente deducir que a nosotros también el Señor se nos muestra resucitado y se nos invita a contar al mundo nuestra experiencia personal e irrepetible de ese acontecimiento; para que quien nos escuche, nos contemple o nos interpele, encuentre el propio camino de la fe. Nosotros no damos la fe a nadie; sencillamente somos camino, testimonio de fe para los que nos siguen. Juan acepta y sigue el camino que le abre a la fe: se fía de la palabra de María (inaceptable en aquel tiempo y contexto social judío por el hecho de venir de una mujer), se pone en camino hacia el sepulcro, entra en él y ve el sudario y las vendas; y creyó.
Del mismo modo, cada uno personalmente debe fiarse totalmente de Dios: aceptando lo aparentemente inaceptable; luego ponerse en camino y el Señor hará el resto. Este ha sido, con toda probabilidad, el camino de la fe de nuestros antepasados, cuyo testimonio nos ha abierto a nosotros el camino de nuestra propia fe. Pero, no lo olvidemos, la fe nos viene dada gratuitamente y con generosidad desbordante por nuestro Padre Dios. Hoy es pues día de agradecimiento y reafirmación de nuestra fe, día de alegría desbordante para todo el pueblo cristiano. En la eucaristía de cada domingo celebramos de nuevo la resurrección del Señor. Celebrémosla con especial fervor este día.
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