miércoles, 28 de agosto de 2019

XXII DOMINGO ORDINARIO - C

SAN LUCAS 14, 1.7-14
Un sábado entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para  Comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso este ejemplo:
- Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro, y te dirá: «Cede el puesto a éste». Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que cuando venga el que te convidó, te diga: «Amigo, sube más arriba». Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Y dijo al que le había invitado:
- Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten a los justos.

COMENTARIO:

En el texto evangélico de san Lucas se advierte enseguida una primera enseñanza de cara a los pastores de la Iglesias (el papa, obispos, sacerdotes, predicadores). ¿Por qué nos resulta tan sencillo de entender el relato evangélico de Lucas y tan difícil de comprender los documentos oficiales de la Iglesia, tan ricos en doctrina -así los suponemos-, pero tan complicados en leer y llegar al mensaje que nos quieren transmitir? Se nos dice que no se hacen los documentos para una generalidad, sino solo para los entendidos, para los que tienen la misión de enseñar. Bueno, tal vez sea así; sin embargo yo prefiero el estilo del evangelista Lucas: lo comprendo sin gran esfuerzo mental, cala fácilmente en el interior y te orienta en el seguimiento de Jesús. Los documentos de nuestros pastores se nos caen de las manos, porque nos parecen muy profundos en su contenido y, por lo tanto, de lectura nada fácil. San Lucas hoy nos da una lección de exposición clara y sencilla, al tiempo que de profundidad en su contenido. El papa Francisco camina por la línea de san Lucas y quiere que así sean los pastores y guías de la Iglesia. En la Evangelii Gaudium el papa aconseja a los sacerdotes que sus predicaciones al pueblo contengan una idea que evoque un sentimiento y se grave con una imagen. El predicador debe hablar al corazón del pueblo y abrir un camino a la esperanza que oriente el futuro –añade el papa.
Este modo de exponer de Jesús era del agrado de la gente sencilla que le escuchaba, porque lo comprendían y la enseñanza les llegaba al corazón; no así a los maestros de la Ley, quienes se creían seguros en su sabiduría y despreciaban el modo de enseñar de Jesús.
El libro del Eclesiástico nos advierte a todos: «Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios». La humildad parece la virtud clave para entender toda la Ley y los profetas, sin ella no es fácil. Esta es la segunda enseñanza que nos deja san Lucas hoy. A los maestros de la Ley les faltaba esta virtud. «Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad» -nos recomienda el libro del Eclesiástico- y Jesús lo ilustra con la imagen de los invitados a la boda peleándose por ocupar los primeros puestos, que hasta el más iletrado entiende, porque lo ha experimentado en multitud de ocasiones.
Hay una tercera enseñanza que nos deja este evangelio. Una primera lectura rápida te advierte ya de ella: haz el bien a quien no te puede corresponder. «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado».
Este parece ser también el camino acertado para conseguir el premio en el más allá. Es razonable pensar que si ya te han pagado tu obra buena aquí en la tierra, ¿por qué habrían de remunerarte de nuevo en el cielo?
Ahora en la eucaristía celebramos la entrega generosa de Jesús por nuestra salvación: Haciéndose hombre se humilló hasta morir en la Cruz – rezamos en el himno cristológico de la carta a los filipenses (Flp 2, 6-11).

Danos, Señor, humildad para que nos encuentres y generosidad para encontrarnos contigo en los hermanos.
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