SAN LUCAS
14, 1.7-14
Un sábado entró Jesús en casa de uno
de los principales fariseos para Comer,
y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros
puestos, les propuso este ejemplo:
- Cuando te conviden a una boda, no te
sientes en el puesto principal no sea que hayan convidado a otro de más
categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro, y te dirá: «Cede
el puesto a éste». Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al
revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que cuando
venga el que te convidó, te diga: «Amigo, sube más arriba». Porque todo el que
se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Y dijo al que le había invitado:
- Cuando des una comida o una cena, no
invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos
ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado. Cuando des un
banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no
pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten a los justos.
COMENTARIO:
En el texto evangélico de san Lucas se
advierte enseguida una primera enseñanza de cara a los pastores de la Iglesias
(el papa, obispos, sacerdotes, predicadores). ¿Por qué nos resulta tan sencillo
de entender el relato evangélico de Lucas y tan difícil de comprender los documentos
oficiales de la Iglesia, tan ricos en doctrina -así los suponemos-, pero tan
complicados en leer y llegar al mensaje que nos quieren transmitir? Se nos dice
que no se hacen los documentos para una generalidad, sino solo para los
entendidos, para los que tienen la misión de enseñar. Bueno, tal vez sea así;
sin embargo yo prefiero el estilo del evangelista Lucas: lo comprendo sin gran
esfuerzo mental, cala fácilmente en el interior y te orienta en el seguimiento
de Jesús. Los documentos de nuestros pastores se nos caen de las manos, porque
nos parecen muy profundos en su contenido y, por lo tanto, de lectura nada
fácil. San Lucas hoy nos da una lección de exposición clara y sencilla, al
tiempo que de profundidad en su contenido. El papa Francisco camina por la
línea de san Lucas y quiere que así sean los pastores y guías de la Iglesia. En
la Evangelii Gaudium el papa aconseja
a los sacerdotes que sus predicaciones al pueblo contengan una idea que evoque un
sentimiento y se grave con una imagen. El predicador debe hablar al corazón del
pueblo y abrir un camino a la esperanza que oriente el futuro –añade el papa.
Este modo de exponer de Jesús era del
agrado de la gente sencilla que le escuchaba, porque lo comprendían y la
enseñanza les llegaba al corazón; no así a los maestros de la Ley, quienes se
creían seguros en su sabiduría y despreciaban el modo de enseñar de Jesús.
El libro del Eclesiástico nos advierte
a todos: «Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios».
La humildad parece la virtud clave para entender toda la Ley y los
profetas, sin ella no es fácil. Esta es la segunda enseñanza que nos deja san
Lucas hoy. A los maestros de la Ley les faltaba esta virtud. «Hijo mío, en tus
asuntos procede con humildad» -nos recomienda el libro del Eclesiástico- y
Jesús lo ilustra con la imagen de los invitados a la boda peleándose por ocupar
los primeros puestos, que hasta el más iletrado entiende, porque lo ha experimentado
en multitud de ocasiones.
Hay una tercera enseñanza que nos deja
este evangelio. Una primera lectura rápida te advierte ya de ella: haz el bien
a quien no te puede corresponder. «Cuando
des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus
parientes ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás
pagado».
Este parece ser también el camino
acertado para conseguir el premio en el más allá. Es razonable pensar que si ya
te han pagado tu obra buena aquí en la tierra, ¿por qué habrían de remunerarte
de nuevo en el cielo?
Ahora en la eucaristía celebramos la
entrega generosa de Jesús por nuestra salvación: Haciéndose hombre se humilló
hasta morir en la Cruz – rezamos en el himno cristológico de la carta a los
filipenses (Flp 2, 6-11).
Danos, Señor, humildad para que nos encuentres y generosidad para encontrarnos contigo en los hermanos.
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