jueves, 26 de diciembre de 2019

SAGRADA FAMILIA - A

SAN MATEO 2, 13-15.19.23
Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
-Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.
José se levantó, cogió al niño y a su madre de noche; se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes; así se cumplió lo que dijo el Señor por el Profeta: “Llamé a mi hijo para que no saliera de Egipto”.
Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo:
-Levántate, toma al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño.
Se levantó tomó al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero, al enterarse que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría nazareno.

COMENTARIO:

Al leer el texto evangélico de hoy, me vienen a la mente algunas preguntas sobre la familia de José, María y Jesús: ¿Se llevarían tan bien José y María en los primeros años de familia? ¿Cómo no se acabaría aquí, en el momento que le mandan a José ir a Egipto, su paciencia y dejaría definitivamente a María? ¿Qué tenía que ver él en todo el lío que le estaba montando Dios a su hijo? ¿Qué iba a hacer él en Egipto: un país extraño, probablemente desconocía también el idioma para poderse entender en los primeros momentos?
Sin embargo, José sigue las instrucciones del ángel y emprende un viaje complicado e incierto, como lo es el viaje en el que se meten tantas familias, obligadas a emigrar, a dejar su hogar por fuerza mayor.
La pregunta final, tras otras muchas más: ¿Por qué no se rompe aquí la familia de Nazaret? En la respuesta a esta última pregunta está el secreto de esa armonía, serenidad, paz y amor que refleja la familia de Nazaret en el texto evangélico de Mateo.
La respuesta a esta última pregunta está en las dos primeras lecturas que escuchamos en la eucaristía de este domingo: Eclesiástico 3, 2-6. 12-14 y Colosenses 3,12-21.
¿Cuántas veces José y María escucharían el texto del Eclesiástico en la sinagoga y aprenderían a observarlo en el seno de sus respectivas familias?
San Pablo, en su carta a los colosenses, muestra que también conoce los viejos y acertados consejos de Ben Sirá. Los valores que encontramos en el libro del Eclesiástico siguen siendo válidos hoy en su totalidad y son el fundamento de construcción de cualquier familia y sociedad (excluido lo que es propio de la mentalidad y costumbres sociales del tiempo de José y María). Resalta el autor del Eclesiástico estos valores permanentes a través del tiempo: quien honra a su padre expía sus pecados y quien lo respeta tendrá larga vida; Dios quiere que honremos a los padres, los cuidemos en la vejez, que no les causemos tristeza, seamos indulgentes con ellos, no les despreciemos, antes bien, sintamos compasión. Todo ello lo tendrá en cuenta Dios Padre cuando nos presentemos ante él para dar razón de nuestra vida aquí en la tierra.
San Pablo recuerda estos valores a la comunidad de creyentes de Colosas y los refiere también a la familia: Revestíos de compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia. Perdonaos unos a otros y que el amor os mantenga unidos. Enseñaos, animaos y sed agradecidos los unos con los otros y agradecidos a Dios Padre. En la relación entre hijos y padres nos deja esta expresión lapidaria: Hijos, obedeced a vuestros padres; padres, no exasperéis a vuestros hijos. Todo esto agrada a Dios Padre y os traerá la paz de Cristo a vuestros hogares y a vuestra comunidad.

Solo desde la lectura, profundización y vivencia de los valores recogidos en las dos lecturas precedentes al evangelio de Mateo, podemos entender y creer que el relato de Mateo refleja con exactitud la realidad vivida por la Sagrada Familia.

Con el salmo 127 pidamos a Dios Padre que nos bendiga a cada uno en particular, bendiga nuestras familias, nuestra iglesia y nuestra sociedad.
*****************

No hay comentarios:

Publicar un comentario