sábado, 11 de abril de 2020

DOMINGO DE RESURRECCIÓN- A

Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:

«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

MARÍA MAGDALENA VIO Y CREYÓ

¿Qué vio María Magdalena al llegar al lugar donde habían sepultado a Jesús? Lo mismo que vieron Pedro y Juan. Referido a Juan, el texto evangélico dice: «Vio y creyó». Esto mismo les sucede a Pedro y a María Magdalena: vieron y creyeron.
A lo largo de la mañana de aquel viernes los discípulos de Jesús, ante el curso que iban tomando los acontecimientos, desaparecen de la escena pública: son conscientes de que si al Maestro le condenan, no tardarán en ir a por ellos también y les tocará la misma suerte que a Jesús. Tan solo se nos dice de algunas mujeres, que le habían seguido durante su vida pública, que se mantenían a distancia –la que se permitía ante un crucificado-; ellas, por ser mujeres no corren el mismo peligro que los hombres. ¿Dónde fueron los discípulos? Todas aquellas hermosas vivencias alrededor de Jesús se han terminado –así lo reconocen los discípulos camino de Emaús-.
¿Qué sucede la mañana de resurrección? ¿Por qué María Magdalena va al sepulcro? ¿Qué le mueve a ella para acercarse al sitio donde han sepultado a Jesús? ¿Tal vez el recuerdo tan impactante que ha tenido aquel hombre en su vida y que aún permanece fresco en ella? El caso es que María llega al sepulcro y se lo encuentra con la losa de entrada movida y la tumba vacía. En la tumba no está la vida que ella guarda en su recuerdo; en los sepulcros, en los cementerios no hay vida.
Y es aquí donde cae en la cuenta de que el Jesús, que ella guarda vivo en su recuerdo, no puede estar ahí, está dentro de ella y ya no necesitará ir al sepulcro a encontrarse con él: el Jesús biológico ya no existe; Jesús vive y vive de otra manera, en otras dimensiones que se nos escapan a nuestra comprensión; las vivencias que se mantienen en su recuerdo son la puerta que le lleva a la fe.
Algo similar les sucede a Pedro y a Juan: van buscando al Jesús biológico, al mesías que esperaban muchos israelitas, y se encuentran con el Jesús vivo. En ellos también afloran las vivencias que les encaminan a la fe.
San Pablo nos advierte en la carta a los colosenses: «Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de arriba». San Pablo ya no dice Jesús, sino Cristo: Jesús es la vida terrena, Cristo es la Vida en Dios Padre.
¿Cuándo y cómo alcanza Jesús la Vida que le configura como el Cristo? Ciertamente ya antes de morir biológicamente: al entregar su vida totalmente por todos. Por ello no nos debe preocupar el perder la vida temporal, sino alcanzar la Vida eterna, siguiendo el camino de entrega de Jesús.
A muchos otros discípulos seguramente se les manifestó Jesús como Cristo, pero no aceptaron esta nueva vida de entrega total, que es la vida a la que debemos aspirar; siguen buscando al Jesús biológico, al mesías que esperaban tantos judíos.
Que María Magdalena nos ayude en nuestro camino de fe a descubrir al Cristo Vivo en nosotros.
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