SAN MATEO 28, 16-20
En aquel tiempo, los once discípulos
se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se
postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
- Se me ha dado pleno poder en el
cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a
guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el fin del mundo.
COMENTARIO
Hoy se juntan dos celebraciones para la familia salesiana:
La Ascensión y la festividad de María Auxiliadora.
La Ascensión nos recuerda el momento en que Jesús desaparece
de la visión física entre sus discípulos, pero sigue en medio de ellos hasta el
fin. No les deja huérfanos, y les invita a perseverar unidos en la oración
hasta la venida del Espíritu Santo, que será su abogado defensor y les
acompañará con sus dones en su misión evangelizadora. El próximo domingo lo celebraremos.
Mientras tanto, intensifiquemos nuestra plegaria pidiéndole
a Dios Padre que nos envíe de nuevo su Espíritu en estos momentos de
preocupación, incertidumbre e inseguridad. Que venga y nos dé nuevos ánimos
para vivir al lado de los más necesitados de ayuda material y espiritual; que
nuestra vida sea estímulo y testimonio para los que se encuentran cada día con
nosotros en el camino de la vida.
Hoy también celebramos la festividad de María bajo la
advocación de Auxiliadora de los cristianos. Pidámosle que hoy, como en los
primeros tiempos del cristianismo, esté en medio de nosotros acompañando
nuestra plegaria y presentándola ante Dios Padre por medio de su hijo.
La devoción a María bajo la advocación de Auxiliadora es muy
antigua en la historia del cristianismo. Ya los primeros creyentes la tenían
como su principal valedora ante su hijo Jesús. Después del acontecimiento de la
Ascensión que nos narran los “Hechos de los apóstoles” el autor nos dice que se
dirigieron a Jerusalén al lugar donde vivían Pedro y los otros apóstoles, y a
allí esperaron la llegada del Espíritu Santo prometido por Jesús: «Todos ellos
perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas
mujeres, de María, la madre de Jesús y de sus hermanos» -asegura el autor (Hechos, 1, 14).
San Juan Bosco fue el
mayor difusor de esta devoción a María, bajo la advocación de “Auxiliadora”: «No
he sido yo, ha sido la Virgen Auxiliadora quien te ha salvado»; «Cada ladrillo
de esta iglesia es una gracia de la Virgen María» -se refería a la gran
Basílica que en su honor comenzó en 1863-.
En 1862, cuando Don Bosco estaba en su máxima plenitud de
fuerza e ilusión, hace la opción mariana definitiva: «La Virgen quiere que la honremos
con el título de Auxiliadora: los tiempos que corren son tan aciagos que
tenemos necesidad de que la Virgen nos ayude a conservar y a defender la fe
cristiana».
Hoy la fe cristiana, los cristianos no disfrutamos de
tiempos mejores ni más tranquilos para la vivencia de nuestra fe. Hoy
necesitamos el auxilio de María en nuestras vidas para que ilumine y guíe a
nuestros pastores y dirigentes por caminos de paz y entendimiento mutuos.
A ella nos encomendamos en este día con la oración que el
propio Don Bosco recomendaba en su novena: «Acuérdate, ¡Oh Virgen María!, que
jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando
tu auxilio, haya sido abandonado de ti. Animado con esta confianza, a ti
también yo acudo, y me atrevo a implorarte, a pesar del peso de mis pecados. ¡Oh
Madre del Verbo!, no desatiendas mis súplicas, antes bien acógelas
benignamente. Amén».
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