miércoles, 16 de septiembre de 2020

XXV DOMINGO ORDINARIO - A

ISAÍAS 55, 6-9

Buscad al Señor mientras se deja encontrar, invocadlo mientras está cerca. Que el malvado abandone su camino, y el malhechor sus planes; que se convierta al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Porque mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos - oráculo del Señor. Como dista el cielo de la tierra, así distan mis caminos de los vuestros, y mis planes de vuestros planes.

COMENTARIO

La justicia y la misericordia en Dios no se estorban entre sí; podemos afirmar, con toda seguridad, que coinciden. En cambio, nosotros entendemos que la justicia, entendida como aplicación exacta de la ley, no puede ser misericordiosa. Un juez justo se debe a la aplicación estricta de la ley. La ley debe ser igual para todos –exigimos con firmeza.

Las lecturas de hoy nos invitan a reflexionar sobre estos temas, particularmente sobre la aplicación de la justicia y la primacía de la misericordia.

El profeta Isaías nos despierta de nuestras seguridades, nos sorprende con la novedad que nos trae de parte de Dios: Buscad a Dios que se deja encontrar; el malvado que recapacite y vuelva a Yahvé, que él tendrá compasión; la riqueza del perdón de Dios no tiene límites. Y basa sus afirmaciones en el conocimiento profundo de Yahvé, en la revelación que Dios le ha hecho: Mis planes no son vuestros planes ni mis caminos coinciden con los vuestros.

Esta novedad acerca de Yahvé, en tiempos del profeta Isaías, resultó escandalosa y aún nos resulta escandalosa y sorprendente hoy a nosotros.

Entonces, ¿qué sucede? ¿Acaso Dios no es justo? ¿Es que al final los que han abusado del poder, los que se han aprovechado del pobre e indefenso, los que se han reído de los débiles van a correr la misma suerte que los que toda su vida se han esforzado en cumplir la ley y en respetar a los otros? O bien si preferís el ejemplo del evangelio: ¿Es que van a cobrar el mismo salario los obreros que han trabajado toda la jornada que los que tan solo han trabajado una hora?

Ahora podemos entender un poco mejor por qué los profetas acaban mal: Es muy difícil aceptar un mensaje de tanta compasión en la estructura legal de nuestras sociedades.

Un Dios, como el que nos describe el profeta Isaías, es inimaginable, no entra en nuestros esquemas legales. Por esto es por lo que el hombre, a lo largo de su historia, ha ido construyendo una imagen de Dios que se adapte a su modo de entender la vida. Pero Dios, de vez en cuando se nos escapa de las manos y nos sale al encuentro por medio de sus profetas.

En esta misma línea se mueve el mensaje del evangelio de este día. Jesús nos habla de un Dios, Padre lleno de misericordia, que se compadece de las miserias humanas, que perdona siempre, que es bueno con todos, y tiene especial predilección por los más débiles, entiéndase pecadores también.

Incluso a nosotros, hombres del siglo XXI nos cuesta aceptar a un Dios que paga el mismo salario a los que han trabajado con ahínco en su Viña de sol a sol y a los que tan solo han bregado una hora. ¿Será realmente así?

El texto evangélico da qué pensar. La conclusión de nuestra reflexión no ha de ser: ‘Trabajaré solo una hora, pues es suficiente para recibir el salario’. La conclusión de un hijo de un tal Padre ha de ser muy otra: ‘Sed santos como vuestro Padre es santo’.

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