miércoles, 13 de septiembre de 2023

XXIV DOMINGO ORDINARIO - A

 Mt 18, 21-35

En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús:

-Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?

Jesús le contesta:

-No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Y les propuso esta parábola:

-Se parece el Reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: «Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo».

El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: «Págame lo que me debes». El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: «Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré». Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido.

Entonces el señor lo llamó y le dijo: «¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?». Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.

 

COMENTARIO

La primera oración de la Eucaristía es conocida como “colecta”. Colecta porque recoge y expresa los sentimientos de la asamblea que se dispone a celebrar la eucaristía. Hoy en esta oración pedimos a Dios que nos conceda servirle de todo corazón para que percibamos el fruto de su misericordia. Estas dos peticiones están muy relacionadas con el evangelio de este domingo, en el que el Señor nos exhorta a perdonar siempre, sin límites. El perdón al hermano que nos ha ofendido es una buena manera de servir al Señor.

La liturgia de hoy habla de perdón y misericordia. Cada eucaristía comienza con una petición al Señor de la misericordia para que perdone nuestros pecados y así podamos celebrar dignamente sus misterios. El salmo, que siempre leemos después de la primera lectura, nos recuerda que “el Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia”. Nosotros estamos llamados a imitar este modo divino de ser.

Hoy el evangelio nos habla del perdón que Dios nos otorga gratuitamente, es decir, sin exigir nada a cambio; y nos pide que nosotros hagamos lo mismo. Solo quien perdona de verdad -gratuitamente y olvidando- imita a Dios Padre.

Es difícil perdonar y olvidar; y aún es más difícil perdonar como Dios Padre perdona: nos adelanta el perdón, fiándose totalmente de nosotros, confiando en que nosotros perdonaremos también al hermano.

La parábola que nos narra el evangelista san Mateo en este domingo es muy elocuente. Ese señor, que perdona a ese siervo que le debía una gran suma, se fía de él y cree firmemente que aquel siervo imitará su ejemplo con aquel hermano que le debía una pequeña cantidad.

Jesús es claro y contundente en la conclusión de su relato: «Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano». Y perdonar de corazón es olvidar también, es gratuidad total.

Que cada cual piense si verdaderamente cuando dice «te perdono» no añade, para sus adentros: «por esta vez; a la próxima, ya veremos».

Según la parábola que escuchamos en el evangelio, Dios Padre nos perdona por adelantado, porque se fía de nosotros y confía en que también nosotros perdonaremos de corazón a los que tengan algo pendiente con nosotros, sin condiciones ni penitencias reparadoras.

En la primera lectura de este domingo, el autor del libro del Eclesiástico nos advierte: «Quien hace venganza se encontrará con la venganza del Señor, le pedirá razón estrecha de sus pecados»; y razona con buen criterio: «Hombre que le guarda a otro rencor, cómo le va a pedir al Señor que lo cure? Alguien que no se apiada de otro se va a atrever a pedir perdón por sus pecados?».

Que el Señor nos enseñe a perdonar como él nos perdona a nosotros. En la eucaristía nos sentimos perdonados. Que la participación en la misma fortalezca nuestros sentimientos de compasión hacia los que nos ofenden.

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