Mt 25, 31-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Cuando venga
en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el
trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará
a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las
ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces
dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre;
heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque
tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui
forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me
visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme".
Entonces los
justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te
alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te
hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y
fuimos a verte?".
Y el rey les
dirá: "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis
humildes hermanos, conmigo lo hicisteis".
Y entonces
dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno
preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de
comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis,
estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me
visitasteis".
Entonces
también éstos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed,
o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?".
Y él
replicará: "Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de estos,
los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo." Y estos irán al castigo
eterno, y los justos a la vida eterna.
COMENTARIO
Cuentan
que en una ocasión un soldado americano viajaba en un autobús por Suecia. En
cierto momento se dirigió a su compañero de asiento y le comentó: “América es
el país más democrático del mundo. Cualquier ciudadano puede ir a la Casa
Blanca a hablar con su presidente y discutir los problemas con él”. Su
compañero de asiento le contestó: “Eso no es nada, aquí en Suecia el rey y la
gente viajan en el mismo autobús”.
Cuando
bajó del autobús le comentaron que el que viajaba a su lado era el mismo rey de
Suecia.
Con
frecuencia vamos por la vida sin ser conscientes de que viajamos con el mismo
Rey a nuestro lado. Dios no se aparta de nosotros nunca, aunque nosotros no lo
advirtamos.
El
domingo anterior recordábamos que Dios Padre nos había entregado unos talentos
y que estos talentos no eran monedas destinadas a producir una rentabilidad, ni
siquiera eran capacidades ni cualidades. El talento o talentos entregados por
Dios Padre eran su bondad, como don gratuito; por lo tanto, no nos exigía nada
a cambio. El Señor de la parábola del evangelio de san Mateo no es Dios Padre,
del que Jesús nos habla constantemente.
Esta
bondad es como una llama, que por pequeña que sea, es capaz de incendiar el
mundo; es una llama destinada a expandirse por sí misma, basta que no la
escondamos bajo un celemín, que la dejemos arder desde lo alto del candelabro:
«He venido a prender fuego en el mundo, y ¡ojalá estuviera ya ardiendo!» (Lc
12, 49).
La
bondad, el amor que representa esta llama son las obras de misericordia que hoy
nos recuerda de nuevo el evangelista. Si dejamos que arda en nosotros esta
llama, se expandirá en el mundo en forma de gestos de caridad, de entrega
generosa a todos, en especial a los más desfavorecidos.
Hoy
se nos recuerda que cuando llegue el final de nuestra vida terrena, el hijo de
Dios, Rey del universo, recogerá en sus manos tantos gestos de bondad como hayamos
sido capaces de realizar entre nuestros hermanos: dimos de comer al hambriento,
vestimos al desnudo, acompañamos al que vivía solo, visitamos al enfermo y al
preso en la cárcel; fuimos misericordiosos y compasivos, transmitimos paz,
buscamos la concordia y el entendimiento, transmitimos confianza y alegría, aun
cuando a veces el corazón sangraba por dentro. En una palabra, dejamos arder
libremente la llama de bondad que llevamos con nosotros.
En
fin, nuestra alegría final será mayor cuanto más fuego provocamos con nuestra
lámpara encendida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario