Mc 1, 7-11
-Detrás de
mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle
las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautiza con Espíritu
Santo.
Por entonces
llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán.
Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como
una paloma. Se oyó una voz del cielo:
-Tú eres mi
hijo amado, mi predilecto.
COMENTARIO
Hoy concluye
este tiempo de Navidad. Este último día celebramos la fiesta del Bautismo de
Jesús. Recordamos así nuestro propio bautismo. Podemos aprovechar esta
celebración para dar gracias a Dios Padre por habernos hecho hijos suyos por el
bautismo, proclamar una vez más nuestra fe y renovar nuestras promesas
bautismales.
Hoy es la
presentación en público de Jesús por parte del Padre. El profeta Isaías nos lo
describe con unos rasgos negativos muy específicos: «No gritará, no clamará, no
voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no
lo apagará». Resulta evidente que el Hijo de Dios no es un candidato a ganar
las elecciones de ningún país. Con este programa iría al fracaso más
estrepitoso. El profeta añade también los rasgos positivos de su programa:
«Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el
derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas». Aquí tenemos trazado
esquemáticamente todo un proyecto para quien aspire a ser buen creyente y buen
pastor del pueblo cristiano.
Ahora
podemos entender por qué les resulta tan difícil a los apóstoles reconocerlo
como el Mesías, el hijo de Dios. Es necesario que Dios Padre haga oír su voz
desde el cielo: «Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco». Aun así, los
apóstoles tardarán en adherirse a él incondicionalmente y adoptar su programa.
Tan solo después de la resurrección del Señor, los apóstoles arriesgarán su
propia vida anunciando y dando testimonio de lo que han visto y oído del
Maestro; solo en ese momento creerán firmemente en él y llevarán la Buena Nueva
a todos los pueblos por el mundo adelante. Pedro, en los Hechos de los
apóstoles, después de recibir el Espíritu, nos hace partícipes de su reflexión
retrospectiva de todo lo que él ha vivido en compañía del Maestro.
¿Cuál es el
motor que impulsará a los apóstoles? El profeta Isaías nos lo desvela: «Sobre
él he puesto mi espíritu». El propio Juan Bautista lo confirma: «Él os bautiza
con Espíritu Santo». Pedro, después de haber recibido el Espíritu, comprende,
asiente y da su vida por la causa del evangelio.
San Pedro
nos resume así la vida de Jesús después del bautismo: «[…] Jesús de Nazaret,
ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y
curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él». También a
nosotros Dios Padre, en el día de nuestro bautismo, nos ha dado la fortaleza
del Espíritu Santo, liberándonos de todas las fuerzas que nos incitan al mal y
nos impiden hacer el bien; ahora con el impulso de este espíritu podemos
caminar en este mundo como Jesús, haciendo el bien.
¿Qué nos
falta a los seguidores de Jesús? Sencillamente hacer nuestro el proyecto de vida
del Señor, seguir el camino de los apóstoles y de tantos fieles creyentes como
ha habido a lo largo de la historia de la humanidad.
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