Juan 10:11-18
En aquel tiempo dijo Jesús:
“Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da su vida por sus ovejas.
El asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, huye ante el lobo
abandonándolas y el lobo las agarra y las dispersa, porque no es más que un
asalariado y no le importan las ovejas.
Yo soy el Buen Pastor: conozco las mías y las mías me conocen a mí. Así
como me conoce el Padre, también yo conozco al Padre, y yo doy mi vida por mis
ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este redil. A ellas también las
llamaré y oirán mi voz; y habrá un solo rebaño como hay un solo pastor.
El Padre me ama porque yo mismo doy mi vida, y la volveré a tomar. Nadie ha
podido quitarme la vida, sino que yo mismo la voy a entregar. Libremente la
entregaré y libremente también la recobraré: así lo dispuso mi Padre”.
COMENTARIO:
San Juan nos retrata con rasgos muy expresivos la figura del Buen Pastor.
Jesús Resucitado y el Buen Pastor son la misma persona.
Jesús, el Buen Pastor, da la vida por sus ovejas, no las abandona ante el
peligro, las defiende ante el enemigo, no cobra por su trabajo, las conoce
personalmente; ambiciona, busca y llama a las ovejas de otros rediles, para que
todas las formen un solo rebaño.
San Juan ve la imagen del Buen Pastor como un proyecto que todo buen pastor
debe proponerse sobre la parte de ese inmenso rebaño que el Padre Dios
encomendó, en primer lugar, al Hijo y a todos los que el Hijo ha invitado a
participar en el grupo de los pastores del pueblo de Dios.
San Juan dice que hay otras ovejas que no están aún dentro de este inmenso
rebaño de Dios. ¿A qué ovejas se puede estar refiriendo Juan? ¿Acaso no somos
todos hijos del mismo Dios y, por lo tanto, ovejas del único rebaño de Dios?
¿Es que se puede hablar de otros rebaños? Todos somos ovejas del mismo rebaño. Tal
vez algunas ovejas se han extraviado, han buscado otros rebaños con otros
pastores. San Juan observa que hay ovejas que se han perdido o se han apartado
voluntariamente del rebaño en busca de una doctrina mejor, más a gusto con sus
intereses. Con frecuencia tendemos a considerar también otras vivencias
cristianas como pertenecientes a otros tantos rebaños; lo mismo sucede con
otras creencias religiosas: islamismo, hinduismo e incluso los ateos, que dicen
no creer en Dios o ignorarlo. Si entendemos que todos pertenecemos al mismo
rebaño porque todos somos hijos de un Dios Padre, miraremos a los hombres
con otra visión menos intransigente, más conciliadora, más acogedora y más
comprensiva con las diversas ideas y vivencias.
Jesús, el Buen Pastor, asegura a los buenos pastores que las ovejas oirán
su voz, los conocerán y se formará un solo rebaño bajo el cayado de un único
Pastor. La deducción o conclusión de la exposición de San Juan aparece sencilla
y clara: Si hay múltiples rebaños y multitud de ovejas dispersas, es posible
que los pastores no reflejen la imagen del Buen Pastor; al menos, aún les queda
mucho camino por recorrer: Jesús era paciente, acogía a todos, perdonaba
siempre sin condiciones, no excluía a nadie, no hacía distinción de religión ni
de raza ni nación; todos se sentían a gusto a su lado; escuchaba a todos por
incultos y pobres que fueran.
En este día acordémonos en nuestra oración de nuestros pastores, para que
se muestren comprensivos, acogedores y celosos de la parte del rebaño a ellos
encomendada.
Roguemos también al Padre que suscite buenos pastores y que nosotros seamos
buenos colaboradores suyos.
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