miércoles, 24 de abril de 2024

V DOMINGO DE PASCUA - B

 Jn. 15, 1-8


Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo poda para que dé más fruto. Vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.

 

COMENTARIO:

La imagen del Buen Pastor nos hace sentir amados por Dios Padre, y la imagen de la vid llega al culmen de la expresividad del amor que Dios nos tiene: Dios Hijo se funde con nosotros de tal manera que cada uno de nosotros somos brotes de una misma cepa, del propio Hijo de Dios.

El Señor Resucitado es la Vid y nosotros los sarmientos que recibimos la savia de la Vid. Esta planta es cuidada con verdadero esmero por el Padre, que es el labrador. De tal modo cuida de cada sarmiento que cuando nos debilitamos nos poda para vigorizarnos y dar así más y mejor fruto. Por nuestras venas corre savia abundante del Resucitado.

¿Entonces por qué hay tanto sarmiento decaído, desilusionado, seco, sin dar los racimos esperados de ese cuidado tan esmerado del Labrador? ¿Será que no corre la savia del resucitado por sus venas? ¿Tal vez se han desprendido de la Vid o rechazan la savia que les aporta?

Al fin y al cabo, nuestra única obligación es permanecer unidos a la Vid, con la lectura y meditación frecuente de la Palabra y la recepción de los sacramentos, particularmente la Eucaristía. El resto es tarea del Labrador.

San Juan recurre a la imagen de la vid. Habla de la vid, que aporta savia abundante a los sarmientos mientras estos permanecen unidos a la cepa principal, para dar fruto abundante. De la vid brotan estos sarmientos; pero también brotan otros sarmientos vigorosos, de hoja grande y de un verde intenso y brillante –los agricultores los llaman chupones–, pero al no prometer fruto, el labrador los corta para que no se alimenten de la savia de la cepa principal y resten fruto a los otros sarmientos.

En aquellas comunidades cristianas en las que abundan este tipo de sarmientos (chupones), la vivencia cristiana se debilita y poco a poco muere.

Dios Padre nos invita a todos a dar fruto, pues todos nos alimentamos de la misma savia, Jesús Resucitado. Es nuestro deber alimentarnos con la savia de la Palabra de Dios y el pan de la eucaristía cada domingo para luego dar testimonio de la fe que compartimos y robustecemos cada vez que nos reunimos en la celebración dominical. Ser buen cristiano no es apuntarse a una comunidad de creyentes el día de nuestro bautismo y con eso ya estamos en el número de los seguidores de Jesús, del mismo modo que un socio de un club se apunta y ya posee así todos los derechos de miembro de ese club. En el número de los creyentes no puede haber miembros pasivos, que únicamente reciben los beneficios de la comunidad y ellos no aportan nada. Hay que dar fruto –nos dice Jesús–, pues recibimos savia para dar fruto abundante de buenas obras.

Aprovechemos esta hermosa imagen que nos brinda san Juan en su evangelio para aplicárnosla a nuestra propia vida.

Nos recuerda Benedicto XVI que «un camino para mantenerse unidos a Cristo, como sarmientos a la vid, es recurrir a la intercesión de María». Vamos a iniciar el mes de María, un buen momento para acudir a ella.

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