Mc 4, 26-34
Les dijo también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué
parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se
siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se
convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros
pueden anidar a su sombra».
Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje,
de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en
parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.
COMENTARIO
Estas dos parábolas las encontramos en el evangelio de Marcos. Van
dirigidas a presuntuosos y faltos de esperanza. Su
lenguaje y las imágenes del campo que utiliza el evangelista están al alcance
del auditorio más humilde.
El apóstol debe sembrar el mensaje del Reino sin pretender que la
elocuencia de su palabra, el atractivo de su persona o el entusiasmo y fuerza
de su predicación sean las claves del éxito de su siembra. ¡Qué lejos están
nuestros proyectos humanos de este planteamiento! En nuestro mundo occidental,
el que se exprese con una oratoria cuidada y cautivadora, quien exhiba una
imagen atractiva tiene las mejores garantías de éxito; su programa político o
de gestión es fiable. El tiempo nos demostrará que ni las promesas, ni los
resultados son los esperados. El verdadero apóstol no es presuntuoso: «Yo
planté, Apolo regó, pero Dios ha dado el crecimiento» (1Cor. 3, 5-9). No se
trata de nosotros sino de la eficacia de la gracia de Dios y esta llegará. La
labor del apóstol es sembrar y esperar.
En la parábola de la mostaza san Marcos nos advierte contra la tentación de
la desesperanza. La mostaza es una semilla casi imperceptible, pero, una vez
sembrada, termina por germinar, y hacerse un frondoso arbusto en el que vienen
a refugiarse del calor y a anidar las aves del cielo.
¡El hombre de nuestra sociedad no tiene tiempo, no puede esperar! Los
resultados han de ser inmediatos y la eficacia total. Cualquier empresario,
político u hombre de negocios ha de tener como lema de su actuar la rapidez y
la eficacia inmediata de su gestión; de no ser así ha fracasado. La educación y
formación académica y profesional de nuestros niños y jóvenes está proyectada
también en esta perspectiva. El mejor candidato a un puesto de trabajo en
cualquier empresa ha de ofrecer una imagen sin defecto físico, atrayente,
agradable al trato, rápido en su trabajo y eficaz en el resultado.
Quien vive en la perspectiva del Reino no se siente ni actúa así. Para
el trabajador de la viña del Señor, lo esencial, la eficacia resulta invisible
a los ojos humanos, todo es gracia, incluido el resultado final, representado
en la parábola por ese arbusto gigante en el que tienen cabida todas las aves
de cielo, es decir también los paganos, resultado inaceptable para los judíos.
La enseñanza que se desprende de estas dos sencillas parábolas para nuestro
mundo es importante. No están escritas únicamente para los tiempos del
evangelista Marcos, son de actualidad para el mundo de hoy y, de modo
particular, para todo cristiano.
El apóstol debe orar así: Padre, líbrame del orgullo y
del desánimo, para que en mi tarea solo se vea la fuerza de tu
gracia.
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