miércoles, 21 de agosto de 2024

XXI DOMINGO ORDINARIO - B

 Jn 6, 60- 69

        En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:

- Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso?

Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:

- ¿Esto os hace vacilar, y si vierais al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.

Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo:

- Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.

Desde entonces muchos discípulos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce:

- ¿También vosotros queréis marcharos?

Simón Pedro le contestó:

- Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que eres el Santo consagrado por Dios.

 

COMENTARIO

Todos tenemos experiencia de haber tenido que elegir entre varias opciones. Con relativa frecuencia elegimos la más llamativa, la que nos proporciona una solución más clara e inmediata, o bien la más fácil. Huimos de metas inciertas, lejanas, de resultados impredecibles; no nos fiamos de nadie incondicionalmente. Como ejemplo, bástenos recordar lo difícil que encuentran los jóvenes en dar un sí definitivo a Cristo en la vida consagrada religiosa, sacerdotal e incluso en la vida matrimonial. Observemos también lo difícil que es encontrar a voluntarios para comprometerse en la comunidad de vecinos, en el barrio, en la parroquia o en organizaciones benéficas, en las que no se percibe ningún ingreso ni beneficio; a lo sumo aportamos nuestra ayuda o parecer en una situación particular y para un momento concreto, pero no nos comprometemos en la presidencia de ninguna asociación de modo permanente. Son escasos los que se brindan gratuitamente para ejercer como directivos; no obstante, sigue habiéndolos y es muy loable su actitud de compromiso incondicional. 

Pues bien, hoy Jesús nos pone ante la disyuntiva de fiarnos de sus palabras, que afirma son espíritu y vida, o bien optar por las que nos propone el mundo. Las suyas son difíciles de asumir, de entender a la primera; te complican la vida y no se ve un resultado satisfactorio inmediato. En estas circunstancias resulta muy difícil dar un sí incondicional. En contraste, el mundo nos ofrece certezas palpables, de resultados inmediatos y relativamente satisfactorios; no obstante, el futuro lo desconocemos, pero podemos imaginar que no será muy distinto del presente.

El mundo nos ofrece, de modo inmediato, descanso, comodidad, placer, disfrute de la vida, dinero fácil, bienestar, tranquilidad, vacaciones aseguradas. Jesús nos ofrece el descanso al final de la tarea, por lo tanto, quién sabe si llegará algún día. Hasta ahora nadie ha vuelto del más allá para contarnos cómo le fue. La tarea se nos antoja complicada: despreocuparnos de nosotros mismos e implicarse por los otros, dar y darse, defender la justicia y denunciar las injusticias, trabajar por la paz, comprometerse a favor de los más desfavorecidos, salir a la calle en defensa de los parados, de los sin hogar, cuidar a los enfermos, acompañar a los ancianos y solos. Tan solo la fe incondicional en las palabras de Jesús es nuestra garantía. ¿Quién se compromete así?

Jesús no nos lo pone fácil, por eso él mismo nos previene que solo el Padre puede acercarnos a su Hijo. A los apóstoles y a tantos otros el Padre se lo concedió, ¿por qué a nosotros no?

Esta ha de ser nuestra plegaria de hoy: Padre concédenos la gracia de fiarnos de las palabras de tu Hijo, que son espíritu y vida.

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