miércoles, 25 de septiembre de 2024

XXVI DOMINGO ORDINARIO - B

 Mc 9,38-43.45.47-48


En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús:

- Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.

Jesús respondió:

- No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Y, además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida que ir con las dos manos al abismo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida que ser echado con los dos pies al abismo. Y si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que ser echado al abismo con los dos ojos, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.

 

COMENTARIO

El domingo pasado escuchábamos un texto en el que Jesús enseña a sus discípulos lo que hay que hacer para ser el primero en el Reino: El que quiera ser el primero que se convierta en el servidor de todos. Esta lección a los discípulos les parece un absurdo: no es este el camino para ser el primero.

Hoy sale al paso de nuevas preguntas del día a día en la sociedad de su tiempo y también del nuestro; y las respuestas de Jesús resultan sorprendentes e inaceptables para muchos de sus oyentes. Lo que realmente interesa es no poner tropiezos a la llegada del Reino. Nosotros mismos podemos estar poniendo obstáculos sin ser realmente conscientes de ello. Por esto es importante el evangelio de este domingo para todos los seguidores de Jesús.

 - Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.

Jesús respondió:

- No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.

 Se trata de un llamamiento a la tolerancia. La intolerancia y la intransigencia no construyen, ponen barreras a todo pequeño avance en la cercanía y hermandad entre las personas que buscan el bien.

Los judíos se consideraban los propietarios y administradores en exclusiva de la historia de la salvación humana. No parece que Jesús defienda esa idea. La Iglesia también ha vivido en el mismo error durante demasiado tiempo. Aquí Jesús parece decirnos que el bien siempre debemos aceptarlo y defenderlo venga de quien venga.

Hasta el más mínimo detalle de solidaridad y hermandad será recompensado: el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. Seguir al Mesías es hacer el bien, seas de la religión o ideología política que seas: «Todas las religiones son camino para llegar a Dios» -recordaba el papa Francisco el 13 de septiembre de este año (2024) en Singapur.

Finalmente, todo aquello que te impida obrar el bien y crecer como verdadero hijo de Dios despréndete de ello: una mano, un ojo, un pie son imágenes que quedan grabadas en la retina de los ojos de aquella buena gente que escucha a Jesús y les ayudarán a recordar a lo largo de su vida el mensaje que aquí les quiere dejar el Maestro.

Este lenguaje de san Marcos, tan sencillo y expresivo se nos hace también fácilmente comprensible a nosotros.

El texto evangélico del domingo pasado nos hablaba de cargar con la propia cruz y seguir a Jesús. Nos parecía, en principio, un mandato exigente, como también a Pedro y al resto de discípulos. Visto este mandato bajo esta nueva perspectiva, podemos considerarlo más aceptable. Todos, hasta los más flojos de voluntad, podemos ser más tolerantes y poner menos impedimentos al bien. Las murmuraciones, los chismes, las envidias, los recelos, las calumnias, las apariencias, las hipocresías… son ese ojo, esa mano, ese pie: todos ellos son obstáculos que hemos de cortar de raíz, porque impiden que el Reino se haga realidad en nuestro mundo. Esta es la cruz con la que debemos cargar.

Que el Señor nos ilumine para ser constructores de su reino.

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