Lc 1, 39- 45
-¡Bendita tú
eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo
para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos,
la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú que has creído!, porque
lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.
COMENTARIO
Sin duda,
que la vida tiene otra perspectiva cuando se vive desde la fe.
Hoy san
Lucas nos dibuja una escena imposible de captar en toda su viveza por la mejor
cámara digital moderna: el encuentro de dos mujeres llenas de fe y del
Espíritu. Se saludan con palabras de gozo desbordante; la alegría que sienten
ambas atropella las palabras y expresiones en el saludo inicial. Es importante
imaginarnos la escena, solo comprensible en toda su grandeza por aquellas
madres que han vivido la alegría del embarazo. Los hombres no captamos la
plenitud del gozo experimentado por dos futuras madres que se encuentran para
contarse el don recibido de Dios.
Este texto
requiere imaginar la escena y caer en la cuenta de la dicha reservada
únicamente a la mujer, y que es dada gratuitamente por Dios.
Sin fe, no
se entiende nada de lo que aquí se dice por eso muchos interpretan la
descripción de san Lucas como una ficción, un sueño.
Uno de los
problemas que vive una no pequeña parte de nuestra sociedad española es este:
el embarazo es visto más como un incordio, un fastidio, una mala suerte, un
estorbo del que hay que deshacerse cuanto antes; el embarazo recorta tiempo de
disfrute de la vida; el hijo, si viene, habrá que dejarlo al cuidado de los
abuelos para que podamos vivir la vida.
Los
creyentes esperamos la navidad con gozo, como espera la inmensa mayoría de las
mujeres embarazadas la llegada de su hijo; sabiendo que algo grande va a pasar
en sus vidas. Alguien va a transformar nuestra vida para siempre y para bien.
¡Bendita la mujer embarazada que tiene fe, porque puede vivir la navidad
comprendiéndola en toda su profundidad! Los hombres deberíamos desear ser mujer
en estos días para vivir en plenitud y con gozo el misterio de la navidad.
Ahora bien,
¿a qué niño espera María? De su prima Isabel ya sabemos que nacerá Juan el
Bautista, del que ya hemos oído hablar en los dos primeros domingos del
adviento.
La primera
lectura de este domingo del profeta Miqueas nos hace un retrato profético del
hijo de María. Este niño será el jefe de Israel y guiará al pueblo como un
pastor guía a su rebaño. De la figura del pastor tenemos abundantes
descripciones en los evangelios; el mismo hijo de María, Jesús, se considera a
sí mismo el «Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas», las conduce a
fértiles pastos y busca a la descarriada y no para hasta encontrar a la
extraviada. Añade el profeta Miqueas que este niño «será nuestra paz».
Este es el
niño que esperamos. Ahora, como hace dos mil años, celebramos esta gran
noticia: Dios se ha hecho uno de nosotros para compartir nuestra historia e
indicarnos el camino de nuestra felicidad: hacer la voluntad de Dios Padre,
entregando nuestra vida por los hermanos.
En la
eucaristía recordamos y celebramos ese momento final de Cristo al dar su vida
por la salvación de todos.
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