Lc 3, 15-16.21-22
- Yo os bautizo con agua, pero viene
el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu
Santo y fuego. En un
bautismo general Jesús también se bautizó. Y mientras oraba, se abrió el cielo,
bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo:
-Tú eres mi Hijo, el amado, el
predilecto.
COMENTARIO
«Mirad a mi
siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco». «Manifestará la
justicia a las naciones». «No vacilará, no se quebrará, hasta implantar la
justicia». Sin gritos, sin voces, sin violencia (Isaías).
Dios «envió
su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que
traería Jesucristo, el Señor de todos» (Hechos de los apóstoles).
«Tú eres mi
hijo, el amado; en ti me complazco» (Evangelio de Lucas).
Hoy, el
último día de Navidad, Dios Padre nos presenta a su hijo a todos los hombres
que buscan la paz, a todos los hombres de buena voluntad. Nosotros estamos
entre ellos.
Los que han
aceptado al hijo de Dios a lo largo de toda la historia de la humanidad pueden
dar fe de las palabras que pronuncia Pedro acerca de Jesús en la mañana de la
Resurrección: «Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo,
porque Dios estaba con él» (Hechos de los apóstoles).
San Lucas
quiere darnos a entender que el bautismo de Jesús es algo más que un mero evento
social: fiesta religiosa y familiar por la entrada de un nuevo miembro en las
estadísticas de número de fieles en el seno de una comunidad religiosa. Nada de
esto parece entender Lucas por bautismo.
Por el
Bautismo, Jesús es confirmado por el Padre en su proyecto de vida. El Espíritu
Santo y el fuego tienen poco que ver con un proyecto de vida ‘light’:
festivo, cómodo y placentero. No en vano san Lucas pone estas palabras en boca
de Juan el Bautista: hombre recio, austero, de palabras claras y exigentes.
Jesús no vino al mundo invitado a una fiesta y mucho menos a organizarla: se
encarnó en la debilidad humana para redimirla.
Hoy
recordamos el día de su presentación en sociedad. El Padre nos lo presenta como
hombre de bien que viene a traer paz, implantando la justicia en el mundo.
Cuando una
familia cristiana acude a la parroquia a presentar a su hijo para ser bautizado
debe ser consciente que viene a presentarnos a un nuevo miembro que se une al
proyecto común de paz y justicia de la Iglesia. Antiguamente se decía que
cuando un hijo venía al mundo venía con un pan bajo el brazo, dando a entender
que aportaría un beneficio económico a la familia, hoy debemos ser conscientes
que también viene con un proyecto de colaboración en la construcción del reino
de Dios. Los padres, educadores y la propia comunidad parroquial son los
responsables de hacer crecer ese proyecto durante la infancia y juventud de los
recién incorporados a la comunidad.
En este día
seamos especialmente conscientes que, como bautizados, asumimos el seguimiento
de Jesús: con el bautismo nos unimos al proyecto del Maestro de rescatar al
mundo del pecado y la infelicidad para llevarlo al gozo de la gloria de Dios
Padre.
Acojamos con
fe y esperanza el bautismo con Espíritu Santo y fuego del que nos habla san
Juan Bautista.
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