miércoles, 15 de enero de 2025

II DOMINGO ORDINARIO - C

 Jn 2, 1-11

En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí; Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.

Faltó el vino y la madre de Jesús le dijo:

- No les queda vino.

Jesús le contestó:

- Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.

Su madre dijo a los sirvientes:

- Haced lo que él os diga.

Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo:

- Llenad las tinajas de agua.

Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó:

Sacad ahora, y llevádselo al mayordomo.

El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua, y entonces llamó al novio y le dijo:

- Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú en cambio has guardado el vino bueno hasta ahora.
Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él.

 

COMENTARIO

Para un buen judío de los tiempos de Jesús, una boda era un acontecimiento que iba más allá de una fiesta más o menos vistosa y alegre: les recordaba nada menos que la relación de Yahvé con su pueblo –así se lo recuerda el profeta Isaías. Tal vez por ello, las celebraban con tanto despliegue de recursos festivos. Y el vino, a decir de san Juan, no podía faltar, y debía de ser de calidad para que la boda quedara imborrable en los comensales.

Es aquí, en una boda precisamente, donde san Juan quiere presentarnos a Jesús en el inicio de su vida pública. Aquí comienza a darse a conocer a sus discípulos y a sus conciudadanos. Hoy decimos que Jesús se presentó en sociedad en el transcurso de una boda, donde debía presentarse el Mesías.

Jesús presenta un programa muy prometedor, y es María, su madre, quien presenta a su hijo en sociedad. El proyecto de vida es esperanzador y además se va a realizar en su totalidad.

San Juan habla de unas tinajas vacías y de un vino exquisito. El Mesías va a llenar las tinajas vacías de contenido, vacías de fidelidad a Yahvé; las tinajas vacías representan precisamente eso, una religión vacía de contenido. El Señor, llenándolas de agua, las purificará para hacerlas rebosar del vino de la vida divina. San Juan quiere que nos preparemos a contemplar la transformación –redención, salvación– que se va a operar en los hombres: los ciegos ven, los sordos oyen, los pecadores encuentran la paz y a todos se les anuncia la Buena Noticia –respuesta que Jesús, citando al profeta Isaías, da a los discípulos de Juan el Bautista, para que éste entienda que ha llegado el Mesías esperado por el pueblo de Israel.

Es importante también advertir la importancia que san Juan da a María, la madre de Jesús. Una mujer –en este caso, María– es quien advierte la falta de vino, el vacío de las tinajas, el vacío de una religión que ya no agrada a Dios. Ella es también sabedora que es su hijo quien ha de iniciar una nueva relación de los hombres con Dios, es Jesús quien va a llenar las tinajas hasta rebosar.

La religión judía ha dejado de ser profética, ha perdido su perspectiva mesiánica, ha quedado vacía de contenido de vida. Es el mismo hijo de Dios quien ya está aquí para inaugurar una nueva y definitiva etapa de la historia de la salvación. Surge así un nuevo pueblo de hijos de Dios, al que todos estamos llamados a pertenecer.

La pregunta que nos podemos hacer ahora: ¿Nuestra vida cristiana transmite vida y alegría? ¿No estará vaciándose de esa vida divina recibida el día de nuestro bautismo? ¿Mantenemos viva la fe en nuestros hogares, de nuestros hijos, de nuestros nietos? ¿Nos sigue diciendo algo el evangelio? ¿Creemos verdaderamente que los sacramentos nos transmiten vida divina?

La eucaristía es sacramento de vida y alegría que debemos compartir luego con los demás. Y María está ahí atenta para recordarle a su hijo que vuelva a llenar nuestras vidas de la alegría de sentirnos hijos de Dios. Participemos con fe en esta eucaristía y acudamos a María cuando sintamos que nuestra tinaja se vacía de la vida de Dios.

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