Jn 14, 23-29
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
El que me
ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada
en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis
oyendo no es la mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado ahora que estoy
a vuestro lado; pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en
mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he
dicho. La Paz os dejo, mi Paz os doy; no os la doy como la da el mundo. Que no
tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y
vuelvo a vuestro lado". Si me amarais os alegraríais de que me vaya al
Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que
suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.
COMENTARIO:
Este domingo
nos sitúa a las puertas de la despedida final del Señor Resucitado. El próximo
celebraremos la Ascensión, momento en el que Jesús desaparece de la vista de
sus discípulos; y seguidamente, Pentecostés, día en que la Iglesia celebra la
venida del Espíritu Santo sobre el grupo de los apóstoles y discípulos orando
en el cenáculo a la espera de su llegada.
La lectura
de los Hechos de los apóstoles nos
sitúa en ese primer concilio de Jerusalén, donde se reúnen los apóstoles para
considerar el problema suscitado en Antioquía: Algunos cristianos provenientes
del judaísmo pretendían que los no judíos adoptasen la Ley de Moisés respecto
de la circuncisión. La decisión es unánime: Quien salva es la Cruz de Cristo.
Por otra
parte, hay que ser conscientes del papel fundamental del Espíritu en aquella
primitiva comunidad: «Decidimos, el Espíritu Santo y nosotros», dice el texto.
La fuerza del Espíritu, que Jesús promete a sus discípulos en su despedida,
llegará a partir de aquel día de Pentecostés y ya no le faltará a la Iglesia
hasta el final de los tiempos. De todo eso es muy consciente aquella primitiva
comunidad de creyentes y nosotros debemos tenerlo en cuenta siempre: El
Espíritu Santo asiste con todo su poder a la Iglesia también hoy.
Otro aspecto
a resaltar, de este breve relato del primer concilio de Jerusalén, es el
sentido de comunidad que tenían los primeros cristianos. Todos se sentían
llamados no solo a extender el anuncio del evangelio por todo el mundo conocido
entonces, sino también a participar en las decisiones que tomaba el grupo. No
era Pedro, ni siquiera el grupo escogido de apóstoles (Pedro, Santiago y Juan)
quien decidía por su cuenta.
En la
segunda lectura de hoy, el autor del Apocalipsis nos convida a contemplar la
nueva Jerusalén (la Iglesia) en todo su esplendor. En ella ya no está el
Templo, porque a Dios se le puede adorar y dar culto en todas partes
(recordemos el encuentro de Jesús con la Samaritana: «Mujer, créeme, que llega
la hora, cuando ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre»); tampoco
hay necesidad de sol ni luna que brille, porque la luz que ilumina, a partir de
ahora, es el Cordero (el Señor resucitado). Se trata de toda una visión
destinada a alentar a aquellos cristianos que comenzaban a sentir el dolor de
las primeras persecuciones. Esta visión nos tiene que animar a nosotros,
llamados a habitar también en esta Jerusalén gloriosa.
En el
evangelio de este día leemos una parte del testamento que Jesús deja a sus
discípulos. Nos promete tres dones: amor, Espíritu Santo y paz.
Si nos
amamos es señal clara que guardamos sus mandatos y que el Padre habita en
nosotros y, en consecuencia, él también está en nosotros. La fuerza para amar
nos la dará el Espíritu Santo.
Por último, nos deja la paz, que no es la paz que da el mundo, ejerciendo la fuerza de la violencia para imponer la primacía de los unos sobre los otros. La paz de Jesús es la paz que se consigue con las armas de la justicia, el respeto, la comprensión, el perdón y la hermandad.
Padre, la comunidad cristiana está en actitud de oración, a la espera del Espíritu prometido por tu hijo. Que este Espíritu nos recuerde y haga comprender sus enseñanzas, nos traiga la paz y llene de amor de los unos por los otros. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario