miércoles, 16 de julio de 2025

XVI DOMINGO ORDINARIO - C

 Lc 10, 38-42


En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.

Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra.

Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo:

-«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».

Respondiendo, le dijo el Señor:

-«Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».

 

COMENTARIO

La acogida al que se acerca a nosotros es el octavo sacramento de vida: en él Dios se hace presente en nuestras vidas. Cuando acogemos a alguien que nos visita, conocido o extraño, estamos acogiendo a Dios que se hace el encontradizo con nosotros.

¿Cómo recibiríamos al Señor si llamase a la puerta de nuestra casa? Esta es la hospitalidad que debemos dar a quien se acerque a nosotros. Estos días de verano se prestan a estas visitas, a veces inesperadas.

Aprendamos de la historia del encuentro de Abrahán, el padre del pueblo de Israel. Unos hombres se acercan a su tienda en un día muy caluroso. Hoy fácilmente podemos imaginar la escena. No espera a que lleguen, sale a su encuentro en una actitud de generosa hospitalidad. El diálogo que inicia Abrahán con los tres personajes nos indica que es consciente de encontrarse con su dios, Yahvé. Esto nos hace suponer cómo será la acogida: les ofrece agua fresca para los pies polvorientos y cansados, sombra para aliviar el cuerpo y alimento para recuperar fuerzas.

Podemos estar haciéndonos esta reflexión: si fuera realmente Jesús quien viene a visitarnos, ¿haríamos lo mismo? Ahí está la enseñanza: vivamos cada encuentro con las personas siendo conscientes de que es el mismo Dios quien se acerca a nosotros.

También nos deja otra enseñanza el autor sagrado: de cada encuentro saldremos ampliamente recompensados. Dice uno de los personajes a Abrahán: «Cuando yo vuelva a verte, Sara habrá tenido un hijo» (Gn 18, 10a).

El texto evangélico de san Lucas nos deja también una maravillosa lección. En el relato que nos presenta el evangelista nos recuerda de nuevo detalles de la proverbial hospitalidad oriental, que aún conservan estos pueblos hoy día.

Se trata de una imagen similar a la acogida de Abrahán a los tres personajes. Al igual que Abrahán, también María, hermana de Lázaro y Marta, sale al encuentro de Jesús y no se separa de él. Mientras Marta, como Sara en el relato del génesis, se ocupa de preparar el alimento que reponga las fuerzas de Jesús.

«Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada». San Lucas nos advierte que es más lo que recibimos por nuestra generosa hospitalidad que lo que podamos ofrecer a nuestros visitantes: familiares, amigos, peregrinos, enfermos, presos, ancianos, sin hogar. Todo ello si somos conscientes de que es al mismo Dios a quien recibimos, como lo fue Abrahán.

«Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?».

Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25, 40).

Recemos con frecuencia al Señor: «Sé que estando contigo, con mis hermanos estoy, y sé que estando con ellos, tú estás en medio, Señor».

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